En mi calle sigue habiendo tipuanas de flor amarilla y resinosa, como ya conté por aquí hace años. Y también como hace años siguen sin podarse, sin fumigarse, inundando aceras, coches y jardines, de hojas en invierno, y de flores pegajosas y pulgones en primavera y verano, levantando aceras con sus raíces y colándose en las casas.
Pero no crean ustedes que la cosa sigue igual, no. La cosa está peor. Porque el ayuntamiento compró maquinitas sopladoras para sustituir las escobas. Y camioncitos barredores para sustituir los recogedores. La cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque, cuando empieza la época de las dichosas florecitas que dejan calles, aceras y coches alfombrados de amarillo pringoso, la empresa municipal de limpieza reparte esos juguetitos a los operarios y los deja sueltos a horas intempestivas para que se diviertan.
Sin ir más lejos, esta pasada madrugada de muchos grados a la sombra y persiana hasta arriba, a las cuatro de la mañana apareció una cuadrilla armada con sus sopladores en la acera de enfrente y, tras ellos, la dichosa maquinita barredora. Casi tres cuartos de hora tardó en recorrer la calle de un lado a otro varias veces. Cuando terminó con la acera de enfrente, comenzó con la de mi lado. Otros tres cuartos de hora. Total, las cinco y media y sin pegar ojo desde la cuatro, así que me levanté, me pegué una ducha y me fui a trabajar.
Por supuesto, he hecho un completo reportaje en vídeo de la fiesta -abajo les dejo una pequeña muestra-, y voy a enviarle un recadito al alcalde recordándole lo del derecho al descanso y esas cosillas sin importancia. Como ya hice, por cierto, con el señor Zoido cuando era alcalde y tuvo el detallazo de responderme a través de su jefe de gabinete. Por supuesto, jamás obtuve más respuesta que ésa, tan atenta e inútil como un político en busca de votos. Tampoco la espero ahora del señor Espadas. O sí. Ya les contaré.
Pero no crean ustedes que la cosa sigue igual, no. La cosa está peor. Porque el ayuntamiento compró maquinitas sopladoras para sustituir las escobas. Y camioncitos barredores para sustituir los recogedores. La cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque, cuando empieza la época de las dichosas florecitas que dejan calles, aceras y coches alfombrados de amarillo pringoso, la empresa municipal de limpieza reparte esos juguetitos a los operarios y los deja sueltos a horas intempestivas para que se diviertan.
Sin ir más lejos, esta pasada madrugada de muchos grados a la sombra y persiana hasta arriba, a las cuatro de la mañana apareció una cuadrilla armada con sus sopladores en la acera de enfrente y, tras ellos, la dichosa maquinita barredora. Casi tres cuartos de hora tardó en recorrer la calle de un lado a otro varias veces. Cuando terminó con la acera de enfrente, comenzó con la de mi lado. Otros tres cuartos de hora. Total, las cinco y media y sin pegar ojo desde la cuatro, así que me levanté, me pegué una ducha y me fui a trabajar.
Por supuesto, he hecho un completo reportaje en vídeo de la fiesta -abajo les dejo una pequeña muestra-, y voy a enviarle un recadito al alcalde recordándole lo del derecho al descanso y esas cosillas sin importancia. Como ya hice, por cierto, con el señor Zoido cuando era alcalde y tuvo el detallazo de responderme a través de su jefe de gabinete. Por supuesto, jamás obtuve más respuesta que ésa, tan atenta e inútil como un político en busca de votos. Tampoco la espero ahora del señor Espadas. O sí. Ya les contaré.
2 comentarios:
Me consuelo, porque por mi calle pasan a las 7, y a esas horas ya he ido yo a la panadería y todo.
Pero, claro, vivimos en un país donde el ruido es dios, se le venera y se le rinde homenaje continuamente.
Me alegro de verte por aquí, Dyhego. Y sí, somos un país de muchor ruido... y pocas nueces.
En algunos restaurantes es tremendo. Casi hay que gritar para hablar con el de al lado. El otro día estaba en uno que tenía colgados del techo, en horizontal y paralelos a él, una especie de lienzos en blanco. Le pregunté al camarero que qué era aquello -con discreción para no hacer el ridículo, no fuera a ser que se tratase de una exposición neomoderna de óleos sin óleos, que hoy en día nunca se sabe-, y me dijo que era para absorber el ruido. Quien no encuentra un nicho de mercado es porque no tiene imaginación...
Saludos
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