domingo, 30 de marzo de 2008

Tempus fugit

Resulta inquietante cómo el tiempo cambia al tiempo mismo. Lo que hoy es, mañana habrá sido para convertirse en ayer. Lo que mañana será, mudará en ahora cuando el tiempo allí nos lleve. El tiempo sólo cambia sus nombres, pero no su esencia. Un día, lo clásico fue moderno, lo antiguo, contemporáneo.

No busques extrañado a quién llaman. Hijo. Padre. Abuelo. Es a ti. Es el tiempo que sumó letras, una a una, y puso consonantes nuevas. Mañana llegará una hora antes que hoy. El hoy vivió una hora menos que el ayer. Su niñez se truncó de madrugada. Pero al tiempo le divierte la ficción de las en punto, las y media o las menos cuarto. Por eso se ríe de los relojes parados, vagos o afanosos. Los mira con el desdén de quien se sabe invencible.


3 comentarios:

el aguaó dijo...

La brevedad de la vida. La fugacidad de todo. Hago una reflexión parecida en mis dos entregas sobre la crónica de la Semana Santa querido Tato.

Tempus fugit, que Sevilla es barroca y en el Barroco las vanitas están siempre presente. La granada o la fruta pasada. La arena del reloj. Y sí... el tiempo pasa.

Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Curiosa suma de letras escritas por el tiempo en una taberna de arte para que los parroquianos piensen mientras consumen.

Reyes dijo...

Me suena a adiós o a cumpleaños, a homenaje y a recuerdos, me suena a vida.