miércoles, 16 de junio de 2010

¿Cinismo colectivo? ¡Y que lo digas!

Fíjense en lo que le dice un alto dirigente de un sindicato a sus delegados en una asamblea en Sevilla la semana pasada:

"Hay un cinismo colectivo muy grande y es: si negociamos convenios para todo el mundo, ¿por qué tienen que soportar el gasto [de la negociación] de esos convenios sólo los afiliados y afiliadas? Si negociamos expedientes de regulación de empleo, ¿por qué tiene que hacerse con economistas, con abogados o con sindicalistas que pagamos sólo y exclusivamente los afiliados y afiliadas?"

Hasta es posible que se esté creyendo lo que dice. Y, lo que es peor, que se lo estén creyendo los afiliados que le escuchan y que pagan religiosamente su cuota. Sería muy clarificador que los sindicatos -también los partidos y todo bicho viviente que se alimente de dinero público-, pusieran sobre la mesa sus presupuestos anuales. Ingresos por cuotas, ingresos por formación, ingresos por servicios prestados -cuando ganan un juicio, cobran un porcentaje de la indemnización del trabajador aunque sea afiliado-, subvenciones del Estado e ingresos en especie de la mano de obra gratis correspondiente a los liberados que pagan los empresarios, en definitiva, los contribuyentes, por el lado de los ingresos. Gastos en salarios de personal propio, gastos de infraestructura, gastos de formación y gastos de funcionamiento por el lado de los gastos. Tan sencillo como eso. A lo mejor, con la suficiente transparencia, hasta le dábamos un aplauso a este señor y las gracias a los afiliados por subvencionar con sus cuotas al resto de los trabajadores.

Por cierto, ahí va el video que me ha pasado un amigo. Impagable.





5 comentarios:

El alegre "opinador" dijo...

Lo de los sindicatos de este país es de chiste... Pero de un chiste muy, muy malo.
Si solo viviesen de las cuotas de sus afiliados ya estarían muertos. En 35 años de democracia han sido incapaces de llegar a una cuota ni respetable de afiliación entre la masa laboral.
¡De chiste y pandereta! ¡Y llamando a la huelga general sin saber aún qué dice el decreto!
¡Joder qué país!

Panduro dijo...

¡Pues vaya cómo dan de sí las cuotas de los afiliados!

Los dos áticos de Toxo

Anónimo dijo...

Me dedico a la enseñanza y jamás me he sentido representada ni mucho menos defendida por mi sindicato.

Si no fuera porque supero la cuarentena y me siento arraigada, no me lo pensaba dos veces y como comenté el otro día me largaba a Alemania sin dudarlo.


Yo creo que la proliferación de programas tipo "Españoles por el mundo", "Madrileños por el mundo", "Callejeros viajeros", "Ferrolanos haciendo las Américas", "Tudelanos haciendo las maletas" es un mensaje nada subliminal que nos mandan desde las alturas para que la generación de los que tienen 20 y tantos o 30 raspados (que disfrutan de un desempleo de casi del 40% y que tiene poco que perder y mucho que ganar) piense en emigrar a mejores pagos.

Dentro de unos años, estos mismos volverán como las oscuras golondrinas de nuestro balcón sus nidos a colgar con experiencia internacional, curados de nacionalismos, con idiomas, nuevos métodos, dólares calentitos.

Y si no vuelven que mientras tanto nos manden remesas y nos hagan viajecitos de vuelta por vacaciones (que es una forma como otra cualquiera de exportar).

Back to "Vente p'Aspaña, Pepe"!


Anna.

María dijo...

No creo en los sindicatos. Algún día te contaré un experiencia nada gratificante que tuve con uno de ellos.

Hace tiempo que no salía de casa. Una fresquita, Tato, por favor.

Er Tato dijo...

A lo mejor, si tuviesen que vivir de las cuotas de sus afiliados, ya habrían aguzado la imaginación para sobrevivir y ahora tendríamos seguramente sindicatos fuertes, independientes y representativos, alegre opinador. Ya sabemos que las subvenciones, cuando se hacen como de la familia, atontan, adocenan y domestican.

Los dos áticos y el pedazo de sueldo del artista, de más de 100.000 euros, Panduro.¡Y empezó de aprendiz de electricista en Bazán...!

¿Sólo la cuarentena, Anna? Pero si estás hecha una chiquilla... ;-)

Hay que salir más, María. Si no, ¿de qué vamos a vivir los taberneros?

Besos y abrazos a discreción