miércoles, 11 de junio de 2008

¿Igualdad? ¿Qué igualdad?

No sé a qué espera nuestro presidente. En ese afán suyo por ser el primero en legislar sobre todo aquello que suene a igualitarismo, se le está escapando una nueva ocasión. En la breve pero intensa historia de nuestra democracia, nadie ha tenido lo que hay que tener para proteger por igual el derecho a la huelga y un conjunto de derechos, de los llamados fundamentales en nuestra Constitución, tales como el derecho a la libertad (no secuestrar camiones en las áreas de servicio), a la seguridad (que no le quemen a uno el camión), a circular por el territorio nacional (que no se atraviesen camiones en las carreteras) o a trabajar cuando se puede y se desea hacerlo.

Por omisión, cobardía y una absurda tendencia a confundir firmeza con debilidad democrática, éste y todos los gobiernos que recientemente han sido, muestran invariablemente su vergonzante incapacidad cuando debe proteger los derechos de todos frente a los de los delincuentes, que no otra cosa son quienes se amparan en el derecho de huelga para cometer delitos. Hace falta una ley de huelga, sí, pero más urgente es que el gobierno haga respetar, con la fuerza legítima del Estado, las leyes existentes. De momento, sólo eso, señor presidente. Si quiere, hágalo con una sonrisa de cruasán relleno de talante, pero hágalo.


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