martes, 6 de mayo de 2008

Cuento: La estantería

A la vista de la velocidad con la que se abalanzaba hacia mí aquella curva, el asunto no tenía pinta de terminar bien. El volantazo llegó tarde, el magnífico Porsche descapotable giró tres veces sobre sí mismo y salí despedido por los aires.

No era la primera vez. Hace unos días, quedé atrapado bajo una embarcación deportiva cuando, tras perder el contacto con el agua, salió volando y aterrizó sobre un árbol. La semana pasada me estrellé con el helicóptero cuando una ráfaga de viento desequilibró el aparato y destrozaba el rotor de cola contra una farola.

Al principio me gustaba el riesgo, la novedad, la emoción. Pero todo cansa. Cansa tanto niño rico. Cansa tanto juguetito sofisticado y caro. Ya sólo quiero ser lo que un día fui, el viejo capitán de aquel barco pirata -medio analfabeto porque nunca pudo hincar los codos-, y reposar tranquilamente en la estantería de los juguetes junto a mi añorada Barbie Consejera de Avón.


2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Seguro que sigue allí.

Que mejor lugar para los sueños de un viejo marino.

PD. El anterior comentario era mio pero salió con verificación de palabra incluido!!!
En fin...