Por fin había llegado el día. Casi un lustro urdiendo el meticuloso plan y de nuevo estaban allí aquel Sábado Santo, en el patio del convento. Entre las rendijas de la persiana de mi diminuta celda podía observarlo todo. El capataz, que acababa de terminar la "igualá", y los costaleros.
Nerviosos, tensos, sosteniendo el extremo de la faja del compañero unos, arrodillados sobre el costal otros. Y allí estaba él, con apenas veinticinco años. La una y media de la tarde. La hora convenida. Levantó la vista hacia mi ventana. No podía verme, pero mi corazón dio un vuelco y el vello de mi desnuda nuca se erizó bajo mi hábito. Salí rápidamente de mi celda y afronté el largo pasillo solitario. Todas las hermanas debían permanecer en sus celdas mientras hubiese hombres en el recinto sagrado. Al otro extremo apareció él y le urgí a que apretara el paso. Llegó junto a mí y nos deslizamos rápidamente al interior de mi celda. Nos abrazamos nerviosos.
En esta mañana de Domingo de Resurrección, mientras rezo en la capilla y procuro que el hábito no roce la dolorosa llaga de mi cuello, doy gracias a mi Señor por permitirme pasear sobre mis hombros a su Madre por las calles de Sevilla. Y también por haberme dado un hermano gemelo. Como dos gotas de agua.
(Con especial cariño para todos los semanasanteros y "tontos" del capirote, Paco Robles dixit, que suelen tapear por mi taberna)
4 comentarios:
Te vas superando amigo tato.Buen articulo.Me gusta ese sentimiento que transmite.
Yo me considero Tonto de Capirote.
Sigue asi amigo tato.
Carlos Tirillas
Otro tonto de capirote te da las gracias.Saludos
Bogar
Impresionante. Sublime y bello. Me ha encantado. Ya te lo dije, te superas en estas pequeñas historias que encierran sentimientos y emociones de personas que rezuman humanidad.
Este tonto de capirote se ha quitado el sombrero ante vos. Muchísimas gracias. Me ha gustado mucho.
Un fuerte abrazo querido Tato.
Te has "pasao", macho. A ver si se van a creer que somos familia.
Un abrazo
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