jueves, 18 de febrero de 2010

Historias de la taberna (VII)

Cuentan que de joven, Curro el Notredán se enamoró de una fulana con un estómago tan mezquino que por cien duros era capaz de hacer de tripas corazón y abrazarlo sin que le diese arcadas su horrible joroba. Y que cuando se quedó preñada y dio a luz a una criatura con la columna retorcida y el cerebro a medio gas, la muy puta los abandonó a los dos. Y que al poco, Curro apareció por la taberna con aquel niño feo y contrahecho entre sus manos trémulas, una mirada suplicante y su enorme joroba a cuestas. Dicen que aquella madrugada en la taberna apenas quedaban los de siempre, parroquianos de guardia eterna que entre risas y cantes, charlas y afectos sobrentendidos, apuraban el día antes de marcharse acompañados de su soledad, cuando unos berridos hicieron callar a todos y volver la cabeza hacia el portalón de la entrada. Los perdedores reconocen al instante el rugido del hambre y el dolor del desprecio. Cuentan que a los pocos meses ya estaba organizado el bautizo, con Pascual el Dientoro y Erika de padrinos. Todos se vaciaron con Antoñito, aquel niño al que nunca le pusieron mote porque a un hijo siempre se le debe respeto, pero era Juan el Manteca, y sobre todo Lola, su mujer, quien lo llevaba al médico, quien lo cuidaba largas temporadas cuando enfermaba, quien le masticaba la comida cuando empezó a perder los dientes y quien pagó el funeral cuando se marchó a los veintitrés. Desde entonces, hace ya algunos lustros, acude Curro el Notredán a la taberna a por su café de puchero y los bollos de pan duro que sobraron del día anterior, entre los que el tabernero le camufla algunas piezas recién hechas, algo de chacina y las vueltas triplicadas de la calderilla con la que intenta pagarle.

Asoma siempre con la timidez agazapada bajo su joroba y en la mano el viejo jarrillo de lata manchado de abolladuras repujadas por los años. Los mismos que le habían secado el rostro y el seso. Y los mismos que instalaron en sus manos temblores al compás de un cuatro por cuatro, ese compás con el que Pepe el Papa ametralla bendiciones apresuradas a todos los parroquianos cuando su borrachera se caga en Dios. Todas las mañanas, apenas amanecido el día, el mismo ritual. Espera bajo la sombra imaginaria del portalón a que la madrugada limpie la taberna de miradas extrañas, baja con tiento el pequeño escalón hasta posar sus viejas alpargatas, de cuadros tristes y suela amarilla, sobre los restos del serrín en el que El Letri suele extraviar sus versos borrosos, coloca el jarrillo sobre el mostrador entre repiqueteos que se apresura a callantar soltándolo de improviso justo en medio del tercer silencio con la guasa de un ¡ahí queó! que siempre arranca una sonrisa de tristura al tabernero, y rescata un buenos días de entre la brisa de sus dientes salteados. A veces, cuando a Juan el Manteca se le hacen breves las madrugadas y habita aún a esas horas el final de la barra pespunteando su columna semanal recién descosida, rachea los pies en su busca con paso corto y le da una vez más las gracias en silencio, con los labios prietos para que no asome a su barbilla un puchero tembloroso.

18 comentarios:

mangeles dijo...

¡Ohh¡ Que triste historia, Tato. Ni la bondad de mi amigo el Manteca, y su mujer Lola, ni la del tabernero, ni la complicidad de los habitantes de la taberna, consigue quitarle tristeza al destino de un niño herido desde que nació.

Gran escrito, amigo.

Y ....en esa Taberna hay mucho amor y filofía de la buena.

Besos, Tato

mangeles dijo...

filofía nooo...que eso a saber que es...FILOSOFÍA...quería decir...

pilar dijo...

Menos mal que me ha pillado por aquí cerca de tu taberna y te he podido disfrutar. Un relato precioso. Besos y admiración de Pilar

Juan "El Manteca" dijo...

Ya sabes, querido Tato, que el Notredán es uno de esos tipos cuya historia es una metástasis.
Poca veces he visto tanta luz, amigo, como la que habitaba en los ojos de Antoñito. Lo llevamos mucho al médico, sí, pero la ciencia a veces no puede sino ofrecer soluciones coaguladas, alternativas semanales o promesas vagas. ¿Recuerdas que llovió tanto en su funeral que parecía que lo enterrábamos sobre arena movediza? Siempre me gustó pensar que fueron las lágrimas de su padre, las mismas lágrimas que nunca vi rodar por su cara.
Hoy se mantiene en pie por lo que tú le das, colega. Yo debo confesarte que el Notredán, cuando se me acerca, es la única persona capaz de instalarme en su silencio. Nada tengo ni puedo decirle. Estuve con Antoñito hasta el final, jamás le contaré a Curro que el corazón de aquel niño de veintitrés años, en sus últimos minutos, repiqueteaba como un viejo jarrillo de lata.

Saludos, compañero.

Er Tato dijo...

No tan triste, Mangeles. Fue querido, fue mimado e hizo sentirse útiles a los demás. Además, acabo de colgar un buen blues para animarte y animar la historia. ;-P

Muchas gracias, Pilar. Tan rauda como siempre.

¡Ay, querido Juan! A veces, cuando Curro te ve en el epílogo de la barra buscando suspiros en el fondo del vaso y arrugando tu segundo folio en blanco me guiña un ojo, se toca la joroba y sonríe. Y entonces, Manteca, entonces me doy cuenta de lo que te quiere.

Besos para tres

Juanma dijo...

Impresionante esta historia tabernaria, querido Tato. Yo creo que la mejor de las siete. El alma por los suelos, amigo...voy a tomarme una copita para levantarla.

Un fuerte abrazo.

Capitán dijo...

Ese Notredan tuvo hasta suerte, al menos tenía una taberna a la que acudir.

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Estas historias de tu taberna son impagables.
Gracias Tato.
un abrazo

Er Tato dijo...

Para mi gusto, Juanma, hay al menos un par de ellas mejores, pero gracias. Sobre gustos, ya sabes... Y ahí va esa copita por si tienes que levantar algo más.

Las tabernas, las buenas tabernas de toda la vida, son la familia de los solitarios fracasados, mi Capitán. Cumplían una auténtica función social.

Muchas gracias Rafael.

Abrazos agradecidos y una rondita por cuenta de la casa

El alegre "opinador" dijo...

¡Qué buen relato Tato! Muy conmovedor y lleno de esperanza y de vitalidad al mismo tiempo.
Genial de verdad.
Un abrazo.

Er Tato dijo...

Gracias, alegre opinador. A veces las personas arrastran historias inimaginables.

Un abrazo

Reyes dijo...

Al menos Notredán tenía una familia entre esos parroquianos y su ilsute tabernero.
Un regalo increíble, Tato. Una historia de tu taberna. ¿que más se puede pedir en la blogosfera?

Besos parisinos.

mangeles dijo...

Bueno...bailando el slolwy...ya es otra cosa...

Tato, ponme un gran vaso de agua...pá achicar....que os vais a ahogar por esas tierras.

Besos

Anónimo dijo...

Leyendo este magnífico minirelato se me ha venido a la mente, cosas de la previa del fútbol, el vestuario de mi Betis que se desangra... me pregunto si Arzu será Curro el Notredán o si Rivas será Pascual el Dientoro.
No lo creo.
Curro y Pascual son Hombres maltratados por la vida.
Arzu y Rivas son niñatos privilegiados.

Er Tato dijo...

¿Que qué más se puede pedir, querida Dama? Unas hermosas piernas embutidas en medias oscuras, botas altas y un cuatro a cero. Seguro que Curro el Notredán vuelve a sentirse vivo y al tabernero se le cae la tiza, maidarling.

¿Agua? Quita, quita, Mangeles. Mejor B.B. King y Clapton, guapa.

Pues fíjate, Maese, que siendo bético el tabernero, aquí nunca hemos hablado de fútbol. Será porque la vida es más importante...

Un manojo de besos y un abrazo

Reyes dijo...

Sequita me he quedado. Póngame algo para que se me entone el cuerpo tras la goleada, maidarling.

Ah!, yo ni soy rubia ni uso pasador...

Er Tato dijo...

Será porque usted no quiere, querida Dama... Pero me consta que las medias oscuras le sientan a usted la mar de bien ¡Ah! Y yo tampoco soy tarbenero. Porque no quiero, claro. ;-)

Ahí va una botellita de manzanilla fresquita, un platito de jamón y un par de besos sin hueso. Ni aceitunas.

mujer prevenida vale por dos dijo...

Precioso.

Tato; me han pagado hoy con malos dineros peores trabajos y no los quiero; te los dejo a ti que al menos den algun provecho creo que para una ronda para todos llega si no empiezan con esquisiteces...