miércoles, 19 de agosto de 2009

Historias de la taberna (IV)

Cuando no se quedaba a dormir en la redacción, Juan El Manteca solía aparecer por la taberna poco después de media noche, tras dejar las máquinas escupiendo el papel de los churros de la mañana. Encargado durante los últimos lustros de la sección de cierre de un periódico de provincias, fue finalista de un prestigioso premio de poesía en sus años mozos, cuando todavía era capaz de humedecer a Marlene con perfectos e improvisados sonetos ingleses en francés al tiempo que le desabrochaba el sujetador con un pie, le bajaba las bragas con el otro y encendía un cigarrillo con el mechero de yesca. Firmaba también una columna semanal. Tan soberbia, que la escribía una vez al mes y la reciclaba cada viernes mudando de sitio los puntos y las comas sin que nadie se coscara. Desde que enviudó, comparte dos calles más abajo buhardilla y resacas con el Letri, con quien mantiene animados silencios en el epílogo de la barra siempre que no coinciden. Dicen que siendo un mozalbete estaba tan salido, que apostó una semana de putas pagadas a que era capaz de comerse una fiambrera de manteca colorá con la única ayuda de una cuchara sopera. Y que tuvieron que hacerle tres lavados de estómago y un nudo corredizo en el intestino. De aquella aventura heredó el sobrenombre y una extraña intolerancia a la erección. Cuentan que fue virgen hasta los veinte porque cada vez que se ponía cachondo le daban arcadas. Hasta que conoció a Marlene, una diosa que con paciencia de a cinco mil la hora y una tarrina de margarina, lo curó en una semana.

Aquella mañana, Juan el Manteca dormitaba sobre el mostrador recostado en la ausencia de su amigo. Abrazado al eco de su botella de vino y con el nudo de la corbata en la bragueta, dio un respingo. En la calle todo eran carreras. Gritos y caras de circunstancia corrían por la acera al contraluz de la puerta aún a medio bostezar de la taberna. Preguntó angustiado al tabernero por el Letri en el mismo instante en el que unos chavales hablaban de un ahorcado en el árbol de la plaza. Y en el mismo momento en el que el Letri salía del viejo retrete arrastrando las legañas, apestando a orines y canturreando por soleares. Terminó de despertarle el abrazo lloroso de Juan el Manteca y el rumor arenoso del tapón de la botella de Zalamea.


28 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, amigo, de aquello hace exactamente tantos años como centímetros tiene mi erección. Si el Letri se hubiera lavado los dientes una sola vez en su vida, lo habría besado con la misma pasión que besé a Marilyn Monroe en el primer sueño que tuve tras recibir mi Primera Comunión.

Nos vemos luego.

Juan el Manteca.

mangeles dijo...

¡Qué genial¡ Me lo paso guay en esta taberna.

Ponme un café con leche, con un chorretón de Soberano, como hacen los currantes de la obra a estas horas...

Besos, Tato.

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Menos mal que siempre quedan amigos.
Ponme una copa de aguardiente para compartirla con el Letri y el Manteca.
Saludos

mangeles dijo...

Y ¡vaya música que acompaña a El Manteca" uffff...me encanta..

Más besos

Capitán dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Capitán dijo...

No hay resaca de Manteca que se resista a un Arenas zalameño, no me extraña que acuda a tu taberna.

Er Tato dijo...

Hombre Juan, vaya sustito que nos dimos cuando me preguntaste por el Letri. ¡La madre que lo parió...!

Sólo nos queda Centenario y 103, pero no tenemos Soberano, que por aquí somos republicanos, anarquistas o camisas viejas, pero monárquicos ¡nunca!

Ahí va la botella, Rafael. Avisa cuando se quede hueca.

Cuánto me alero de que te divierta la taberna, querida Mangeles. Y de que te gusten las bandas sonoras de las historias tabernarias.

En efecto, mi Capitán. Mano de santo el Arenas. Incluso para los bestias que se meten entre pecho y espalda una fiambrera de manteca a palo seco.

Besos y abrazos

Capitán dijo...

Y por cierto, ¿quién disfruto de la semana pagada?, ante ciertas incapacidades esa duda mal resuelta inquieta a los lectores.

mangeles dijo...

jjeje, eso, eso, que se sepa.

Er Tato dijo...

Bueno, yo sólo soy un observador que narra lo que ve o cree ver, y lo que le cuentan. De ahí el "Dicen que..." y el "Cuentan que...".

De todas formas, por lo que cuentan, parece ser que se zampó el contenido de la fiambrera, a la vista de las consecuencias posteriores -lavado de estómago, nudo corredizo, intolerancia a la erección y fatiguitas varias-, por lo que debió ganar la apuesta. También parece que causas de fuerza mayor le impidieron disfrutarla.

Pero vamos, que ésa es sólo mi opinión. Yo no estaba allí.

Saludos marciales y besos

Anónimo dijo...

Sí, claro que me comí la fiambrera de manteca colorá: me animaba su textura, que anticipaba la de las meretrices apostadas. Sin embargo, Capitán, mis apuestas fueron siempre tan peregrinas que, al disfrutarlas, nunca distinguí si en verdad no las había perdido. La última cucharada coincidió con un eructo tal que hubo quien pensó que había resucitado el mismísimo Atila.
Y aquella semana, ah, no me hagan hablar como si fuera un rufián. Que siempre hubo clases...

Saludos.
Juan el Manteca.

José Miguel Ridao dijo...

Te iba a pedir un vodka caramelizado, pero como ahí no tendréis esas mariconadas me pones mejor un cubata de ginebra Lirios con Cocacola del Lidl.

Respecto al primer comentario del manteca, no sabía que el suceso fuera tan reciente, cinco años a lo sumo...

Un abrazo, Tato. Insuperable el ambiente creado, aunque mejorable la calaña del personal de tu taberna.

Juanma dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

A Ridao: no voy a responder a esa provocación colegial y confesar qué número de años hace porque, en verdad, contar la verdad siempre me pareció algo tan aburrido como denigrante.

(y ya me callo, Tato, ya me callo, es que este Ridao...le voy a presentar a un par de colegas)

Juan el Manteca.

Er Tato dijo...

En efecto, señor Ridao, aquí no servimos esas mariconadas. En cuanto a la calaña, sería imposible conseguir ese ambiente insuperable del que hablas con cuatro pijos de Los Remedios que lo más parecido a vivir que hayan hecho sea alquilar una peli porno. Y ahora vendrá un pijo de Los Remedios y me colgará un anónimo indignado, demostrando que llevo razón, ya verás.

Un abrazo

P.S.: Oye, tú no serás un pijo de Los Remedios ¿verdad? :-P

mangeles dijo...

Yo no sé que es un pijo de los Remedios. Sé lo que es un pijo del Barrio Serrano....y la peli porno que tengo, es COMPRADA...por una menda...en un gesto de valor, en un sex-shop....que conste....


Besos

José Miguel Ridao dijo...

¿Estás seguro de que no es un impostor este Manteca de los comentarios, Tato? Dice que me va a presentar a unos colegas, será que él sólo no puede vérselas commigo. Ten cuidado que en la red hay mucho friki...

Ni soy de los Remedios ni pijo, sino de Nervión y fuera de concurso. Ya por curiosidad, ¿no lo serás tú...?

Er Tato dijo...

¿Tu compras esas cochinadas, Mangeles? Pero si en el emule te las bajas gratis, chiquilla. ;-)

Y sinceramente, amigo Ridao, no me importaría haberme criado en Los Remedios, pero no, me crié en uno de los barrios más pobres y de peor fama de Sevilla por aquel entonces. De hecho, ahora es un barrio, pero cuando yo era un chiquillo, tenía una especie de alcalde y te encontrabas la señal del límite de tarifa de taxi bastante antes de llegar.

A lo mejor por eso recreo tan bien esos ambientes.

Besos y abrazos

José Miguel Ridao dijo...

Pues a lo mejor saliste ganando, si te crías en los Remedios igual te echas a perder como persona, las dificultades templan a los hombres, y demasiadas facilidades los amaricionan sin remedio.

En cuanto a lo del empaque que he dicho por ahí, no lo tomes a mal, es una opinión personal, y me refiero al género, lo que no impide que haya microrrelatos que sí lo tengan, como éste. No sé por qué lo digo, es una corazonada, creo que el género no va a consagrarse. Ojalá me equivoque...

Un abrazo.

Er Tato dijo...

Que no, hombre, que no me lo tomo a mal. Ya hemos discutido lo suficiente tú y yo como para pensar mal de un comentario tuyo. Siempre tendrás el beneficio de la duda de que yo lo haya malentendido y no de que tú te hayas malexplicado. Y más en este medio, donde tan complicado es el lenguaje no verbal.

Un abrazo

P.S.: Pero que conste que el género goza de buena salud, a pesar de que algunos lo vapuleemos de vez en cuando.

mangeles dijo...

Yo tengo amigos gays, que escriben genial, son personas geniales, y crean familias maravillosas...¡¡¡no teman a amariconarse¡¡¡ Lo mismo, algunos ganan en humanidad y todo.

Besos

Er Tato dijo...

Todos tenemos amigos maricones que son geniales, querida Mangeles. Y otros machotes que son unos capullos. No creo que a estas alturas de mi vida deba sacrificar la plasticidad de una expresión -recogida por cierto en la RAE-, ni mi forma de escribir por el temor a que piensen que soy un homófobo. Siempre me ha preocupado bastante más lo que yo pienso de mí mismo -y te aseguro que soy bastante exigente-, que lo que los demás piensen de mí.

Un beso, guapetona.

P.S.: ¡Ay, el corsé de lo políticamente correcto!

mangeles dijo...

Era por el comentario del Sr. Riano, no por tí TATO. Yo escribir no sé, pero leer si leo bien...y de lo que te he leído, no tengo ninguna duda de que eres un buen escritor, y sobre todo, un hombre con respeto a los demás y amor a la libertad. Debí, dirigirme al sr. Riano en concreto, pero no queria polémica...lo siento... Un beso doble.

José Miguel Ridao dijo...

Vaya, nada más lejos de mi intención que molestar a nadie, suelo usar esa palabra en tono humorístico. Los que me conocen saben que respeto a todos, y sé de gente (de todos los sexos y tendencias sexuales) que se la coge con papel de fumar a la hora de hablar pero son racistas, sexistas y muchos otros "istas".

Igual debería reservar estas expresiones para mi blog, donde, por cierto, las uso a mansalva y nadie me ha tachado de nada, pero es que el ambiente del relato lo propiciaba.

Mis disculpas para quien se haya sentido ofendido.

mangeles dijo...

Vale...será que estoy subceptible...

Todo explicado. Gracias Sr. Ridao. Un beso

mangeles dijo...

No pienso comer hasta que copie 2.500 veces susceptible, susceptible, susceptible....

Er Tato dijo...

¡Haya paz, señores! Ya veo que todo está aclarado, pero para que conste, en esta taberna hay absoluta libertad de expresión. Absoluta. Incluidos los insultos si el insultante se identifica y los argumenta. Sólo borro mensajes publicitarios. Odio que usen la taberna como tablón de anuncios.

El señor Ridao no precisa defensa, que él ya sabe defenderse. Doy fe. Pero este tabernero le va a servir ahora mismo un café irlandés -¿quién dice que en la taberna no sabemos tratar a los señores?-, con un tiramisú y una copita de oporto. Por si ha quedado algún sabor agridulce. Y lo mismo para la señora Mangeles para que coja fuerzas antes de escribir 2.500 veces susceptible.

Besos

P.S.: Es que acabo de llegar de Portugal de pegarme un homenaje gastronómico y me he traído algunos avíos para la taberna.

Juanma dijo...

Tato, ¿usted estará el lunes en esa playita en la que yo sé que está usted?