Unas veces ladea su inteligencia a la izquierda, hasta que la oreja casi sestea sobre su hombro. Otras, la derrama por la derecha. Con paso lento y mirada de experto, presiente uno a uno los tatuajes de aquellas mágicas bisagras que soportan las puertas de la imaginación. Espaldas firmes. Epítomes perfectos sobre sus lomos trastocados. Al azar. Arriba, al frente, a diestra o a siniestra. Al día siguiente deberá voltearlos de nuevo para que sus clientes no acaben también con dolor de cuello, piensa mientras, ya anochecidas su vida y la jornada, cierra con mimo su librería de viejo.
Lo que le conté a Ramón Simonet
Hace 2 días
5 comentarios:
Qué capacidad de sugerencia tienen las librerías de viejo. Me ha recordado la seguidilla que les escribí en http://ahdelavida.blogspot.com/2008/03/homenaje.html
Qué magnífica metáfora la de las bisagras que soportan las puertas de la imaginación.
Besos a precios rebajados (hasta el 70%)
Y ya, queridos Tato y profe, que nunca he estado en ninguna...Cosas que uno se pierde, o no tiene, sin saber muy bien por qué...
Un abrazo.
Me ha recordado esas librerias antiguas con una puerta de madera que con el paso de los años no encaja y que al empujarla suena una campanita de aviso. Hay libros por todas partes, casi no se puede pasar y el librero conoce los titulos y autores de todos los libros y su ubicación, te puedes pasar horas mirando. Muchas gracias por este regalo. Saludos.
Un mundo especial para perderse...con un olor .....Precioso relato. Cierro los ojos y parece que estoy en esa librería, hasta me huele a este saber rancio, de joyas escondidas. Besos, Pilar.
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