No dejaba vivir ni un minuto. Se creía superior al resto por salir indemne de tanto asesinato estéril. Todos le juzgaban. Nadie podía condenarlo. Cuando la cabeza se posó con desgana sobre el brazo del viejo sofá que acunaba la pereza de su cuerpo eternamente recostado, supo que acababa de abatir al último. Y que de tanto vivir matando el tiempo, el tiempo se le murió. Y que el tiempo muerto usaba reloj de sol.
Falerii Novi: una ciudad al descubierto
Hace 6 horas
2 comentarios:
Conozco formas mejores de matar el tiempo...
Ahora en serio, buen micro, Tato, fiel a tu costumbre.
Muy bueno, Tato (siempre digo lo mismo).
Los animales son más inteligentes que los humanos, viven el presente y no se demoran en el pasado para no poder hacer un buen futuro.
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