No saben de sus eternas jornadas en aquella oscura oficina, ni de su mísero salario, ni de la última versión del Explorer que se cuelga cada seis por nueve, ni de sus obesos dedos porrones que no están hechos para aporrear catorce horas seguidas los teclados de esos diminutos PC de última generación. Él se avergüenza de su trabajo, pero no le gusta mentir. Y aunque su tez macilenta y la permanente mirada extraviada les haga sospechar, él les dice con una sonrisa que se pasa todo el año navegando con los pececillos. Porque no le gusta mentir. Sólo por eso. Ellos le envidian por lo que parece y él llora por lo que no es.
Bemoles
Hace 1 día
2 comentarios:
Creo que esa historia la conozco. Al final ellos le compadecen por lo que pudo ser y él les agradece la confianza, y se va aislando, poco a poco.
Hombre, navegar navega, pero por aguas de mareas eléctricas, surcando páginas bajo tormentas de spam y cookies.
Un beso.
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