Cuando me levanté esta mañana y me metí en la ducha, mi cabeza andaba en otras cosas. A su bola. La verdad es que lleva así desde el viernes, pero no me había percatado.
Esta mañana, cuando me enjaboné el pelo con el gel y el cuerpo con el champú, empecé a notar que mi mente llevaba puesto el automático. Ése del que les hablé hace unos días y que últimamente me costaba algún que otro rapapolvo de la contraria.
Aparentemente despierto, me di cuenta definitivamente de que no era cuestión de sueño cuando mi sobaco estuvo a punto de recibir una lluvia de espuma de afeitar. No sé yo si es buena idea que hoy me ponga al día de algunos trabajos de reparación doméstica pendientes.
1 comentario:
Cuando se activa el automático se corre el riesgo de perder el control.
Al menos los vellos de tus brazos tendrán nutrientes extra.
Un abrazo.
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