domingo, 20 de enero de 2008

Cuento: Como la vida misma

Anoche me acosté cansado. Muy cansado. Vivir me estaba matando. ¿Es que nunca se descansa de vivir? Aunque sean algunos días de asuntos propios o algún puente....

Me levanté temprano, me di una ducha caliente, me abrigué y salí a la calle. No sé qué sucedió durante la noche. Deben ser esas hormonas que dicen que uno produce mientras duerme. Me sentía fuerte, exultante. A mis poco más de cincuenta años, tenía la vida resuelta. Un buen trabajo, una familia a la que adoraba. Muchos muros derribados, muchos obstáculos salvados. Y hace unos días, una noticia inesperada, amenazaba con destruir todo eso.

Esa mañana había decidido ir andando, a pesar de los diez kilómetros de caminata que tenía por delante. Iba absorto. Pensando en la mejor manera de afrontar aquel nuevo contratiempo. Y recordando las veces que me había visto atrapado en situaciones personales complicadas. Sin salida aparente. Con esa desagradable sensación de impotencia. Y las veces que había conseguido sobreponerme. Con esfuerzo. Con constancia. Con ayuda de los míos. Y con algo de suerte, por qué no decirlo.

Hacía una espléndida mañana de Enero y el sol atizaba lo suficiente como para que el cuerpo empezara a discutir con la ropa. A escasas tres calles se divisaba el alto edificio al que me dirigía. Debía llevar escrito en la cara que era la primera vez, porque el conserje que bostezaba tras el mostrador de recepción me miró y me preguntó a dónde iba. ¿La unidad de oncología, por favor? Es mi primer día de quimioterapia, le contesté con la mejor de mis sonrisas. Ese día comenzaba la primera batalla de una nueva guerra. Otra más.


(A un compañero y sin embargo amigo. Ánimo, que hasta el rabo, todo es toro)

6 comentarios:

bogar dijo...

Lamentablemente todos tenemos o hemos tenido a alguien con la guerra que comentas,unas las ganan y otros lamentablemente se quedan en el camino,yo los he tenido muy cerca y la verdad es que me quedé bloqueado durante muchismo tiempo y cuando me acuerdo de ellos aun me vengo abajo,pero deseo de todo corazón que todo se resuelva satisfactoriamente y que tu amigo lo siga siendo por muchisimo tiempo.Un saludo grande,grande

Reyes dijo...

Mi madre ganó.
Ánimo.

el aguaó dijo...

No hay que parar. Hay que luchar.

Mucho ánimo.

Un fuerte abrazo querido Tato.

Anónimo dijo...

Una batalla a la que hay que acudir con espíritu ganador.

Un abrazo.

Adri y Jose dijo...

mucho ánimo para tu amigo.

Salvador dijo...

El desánimo y la desesperanza son el aliado del enemigo. La valentia y la fe son su azote.