martes, 29 de enero de 2008

Es la economía real, imbécil

Esta mañana me han clavado el IPC sin compasión. El de verdad. Nada que ver con el afilado estilete oficial del cuatro con dos. Éste era una navaja trapera con tres cuartas de hoja. Y real como la vida misma.

En el entrañable bar de polígono en el que suelo desayunar se habían equivocado al darme el cambio de un billete de diez euros con el que pagué. Oye Marisa, que me has dado mal la vuelta, le dije risueño a quien todas las mañanas me pone el café sólo y la tostadita con aceite. Y lo de tostadita no es un diminutivo cariñoso, sino descriptivo. El bollo que ponen, porque dicho sea de paso, a mí me gusta más el bollo que la viena, parece hecho con las pelotillas de masa que les sobran cuando hacen los bollos de verdad, los de persona normal para que nos entendamos.

A ver, que me despisto. Decía que le estaba reclamando a la Marisa, que la chiquilla es poca cosa pero resultona, que me completara la vuelta, que desde que el tío Solbes nos echó la bronca ya no hay propina que valga. Con cierta cara de guasa y un gesto de satisfacción por saberse en posesión de la razón, me contestó que de lo de la propina ya se había percatado, que Solbes era un deslenguado y que la vuelta era correcta porque todo había subido. Bueno, todo no, pensé, porque ella seguía siendo igual de chiquitilla aunque tuviera las tetas cada vez más grandes.

Abrí la mano e hice cuentas. ¡Más de un catorce por ciento de subida! A esto es a lo que los economistas llamamos economía real. ¡Y tan real!


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