jueves, 27 de marzo de 2008

Cuento: La respuesta

Sólo fue un instante. La primera vez, apenas tendría diez años cuando el alma me estranguló el estómago. De pronto. Sin buscarlo. Te haces mil veces la pregunta y siempre suena hueca, sosa, obvia. Pero a veces, muy pocas, a traición, la respuesta, enorme, majestuosa, en mayúsculas, se enseña esquiva e inquietante.

Nunca sabes si escapa antes de degollarte con el frío acero de la verdad o si la falsa lucidez, temerosa, manotea alocada espantándola. No te atreves a averiguarlo. Temes que del viaje sólo retorne tu sombra. Pero cada vez que ocurre, cada vez que llega el instante, las viejas ganzúas que flanquean la eterna pregunta se yerguen. Se funden en un abrazo obsceno que alumbra una llave maestra. Al corazón le entra la prisa, el vértigo se indigesta y la razón disimula. Apenas intuida, desaparece la puerta. Escapa el instante antes de que el tiempo lo atrape para convertirlo en segundo, en minuto, en hora. Vuelves a ser tú sin saber quién eres. Por qué eres. Vendrán otros instantes que se harán eternamente breves. Cuando ellos quieran. Cuando tú no lo esperes.

Nunca sabes si es el último. Ni siquiera si el último existe. Aquella tarde levanté la vista del libro con inquietud y me topé con la duda. Una vez más. La esperaba. Había aprendido a sentir en mi piel el galope violento de la vieja pregunta sobre la que cabalgaba orgullosa. Y llegó el instante. La respuesta. La verdad. El último instante.


2 comentarios:

Juan Antonio González Romano dijo...

El hombre siempre buscando
y no sabe lo que busca.
Va buscando una respuesta
y no sabe la pregunta.
(Juan Peña: Nuevas letras flamencas)

el aguaó dijo...

Sencillamente sublime querido Tato. Lo he releído varias veces. Genial.

Consigues crear una atmósfera inquietante a la vez que hermética.

Enhorabuena.

Un abrazo.