domingo, 7 de septiembre de 2008

No subiría a un barco cuyo capitán tuviera dudas sobre cómo conducirlo, Zapatero dixit

"No parece razonable que en un mercado como el español, con 2,5 millones de desempleados, sigamos recurriendo a la contratación en origen [...] este tipo de contratación se aproximará al punto cero", dijo el Ministro de Trabajo.

"Habrá las contrataciones en origen que se necesiten...", le contestó la Vicepresidenta De la Vega.

"Nunca hablé de liquidar las contrataciones en origen...", mintió poco después el Ministro de trabajo. ¡Qué huevos tiene la vice!

"Apoyo firme, seguro, claro, sin fisura y, si es preciso, con trascendencia parlamentaria al ministro de Trabajo, frente a la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega", dijo al instante el PP por boca de González Pons.

"Hay que conseguir que todo lo que se pueda contratar con los recursos disponibles de trabajo en España se contrate, ésa es la preferencia; y que sólo lo que se necesite traer de fuera se traería...", remató el culillo de mal asiento del Ministro de Industria.

Y digo yo, mientras se ponen de acuerdo en quién es más incoherente y en cuál es la mejor forma de intervenir en los mercados, y el de trabajo es uno de ellos, ¿por qué no dejan que sean los demandantes y oferentes de empleo, trabajadores y empresarios, los que decidan por quiénes quieren ser contratados y a quiénes quieren contratar? ¿por qué no se hace una reflexión seria sobre hasta qué punto el exceso de protección al parado supone un desincentivo intolerable e injusto para la búsqueda activa de empleo?

En relación con éste último asunto, recientes estudios sobre las variables que influyen en la salida de las listas del paro concluyen que las peores ratios de ocupabilidad las tienen las mujeres, los mayores, los que poseen menos nivel de estudios, los españoles y los parados de larga duración. Con todos los matices que ustedes quieran, llama enormemente la atención que una de esas variables sea la de ser español.

Y desde luego, el tremendo espectáculo de improvisación y cortinas de humo que está protagonizando el gobierno pone los pelos de punta.


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