Las cuatro de la tarde. Sábado. Suena el teléfono cuando, buceando en la sobremesa, el cuerpo anda ya mimetizado con el sofá mientras el hilo de la película del deuvede hilvana a ratos su argumento entre parpadeos de duermevela.
Tras el sobresalto, busco el dichoso teléfono refunfuñando entre dientes que a quién coño se le ocurre llamar un sábado a esas horas. No reconozco el número en la pantalla. Privado. Es una mujer y pregunta por mi hijo. Sabe su nombre y apellidos, su edad y que cursa 4º de ESO. Dice que, a través de unas pruebas de aptitud que ha realizado en su instituto, ha sido seleccionado para cursar un máster de alto nivel.
Todo suena muy oficial. Tiene los datos de mi hijo, el número de teléfono, habla de unos fondos dedicados a financiar este máster a alumnos privilegiados, el instituto... Pero algo no cuadra. Las cuatro de la tarde. Sábado. Muy raro.
Ya algo más espabilado, e impulsado por la curiosidad de que tengan tantos datos sobre mi hijo, comienzo el interrogatorio. ¿Y de qué es ese máster? Es un máster de alto nivel -esto lo repetirá unos veinte veces a lo largo de la conversación-, de programación e informática. ¿Y por qué a mi hijo si él apenas sabe de informática? Da igual, aquí vienen chavales que saben y chavales que no saben, pero es un máster de alto nivel. ¿Y qué gana la empresa con esto? Se trata de unos fondos que todos los años dedica nuestra empresa a formar a alumnos aventajados. Es un máster de alto nivel. ¿Y en qué horario se imparte? Pues un mínimo de dos horas un día a la semana, aunque puede ampliarse en función del tiempo libre del alumno. ¿Y qué tenemos que hacer? Pues debe presentarse el lunes en nuestras oficinas acompañado de uno de los padres. Entonces ¿se trata de un curso subvencionado? Bueno, son unos fondos que todos los años destina nuestra empresa....¿Entonces es gratuito? Verá, la familia debe pagar una pequeñísima parte. ¿Y cuánto es eso? Pues unos cincuenta euros mensuales. ¿ Y cuál es la duración de ese máster de alto nivel? Hombre, depende del tiempo que finalmente le dedique, pero en menos de un año es imposible.
Algunas cuentas rápidas me permiten detectar rápidamente que no se trata de que mi hijo sea un futuro Bill Gates, ni de que Erchaves ande por ahí regalando a los chavales másteres de alto nivel en los que no importan los conocimientos iniciales. Un mínimo de doce meses, en el mejor de los casos, por cincuenta euros son seiscientos euros. ¡Acabáramos! ¡Me estaban vendiendo un curso básico de informática un sábado a las cuatro de la tarde, usando datos que no debieran tener! Me hago el interesado, le digo que tengo que consultarlo con mi hijo y le pregunto de qué empresa me llama, a qué número de teléfono puedo confirmarle mi decisión y por quién pregunto. Lo apunté todo y le di las gracias.