Los que se dicen decentes caracolean con las palabras, acusan en defensa propia y amagan sin dar. Hay quienes se parten el pecho. Unos de risa. Los malnacidos. Otros, de dolor y vergüenza.
Mociones éticas las llaman. Y no se les cae la cara de vergüenza. Alardean de valentía con mociones que pretenden amordazar la libertad de expresión disfrazándolas de dignidad. ¡Valiente gilipollez! Cobardean cuando debieran amartillar sus votos contra la sien de estos trozos de carne. Sin imposiciones. Sin mordazas. Sólo con el desprecio social y la fuerza de la razón. Sin la sinrazón de la fuerza.
Cansa tanta flaccidez de hecho y tanta firmeza de pose. Tanto golpe de pecho con palabras indignadas preñadas de aire. Y cansa escribir una vez más lo mismo. Sobre lo mismo. Desconsuela contar las entradas que sobre estos asuntos he ido dejando sobre el mostrador de esta humilde taberna. Lo siento.
2 comentarios:
Y las entradas que te quedan ...
Esto es un no acabar.
No lo sientas. Tato: esto es lo que hay. Y mientras lo siga habiendo, habrá que denunciarlo. Así pues, pese al hastío, no pares, sigue, sigue (que no me malinterprete Octavio, uf).
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