Nunca había dispuesto del tiempo necesario para tragarme íntegra una sesión de investidura, así que hoy la he disfrutado. Empecé a verla por televisión y, a la vista del motín familiar que se estaba gestando, he terminado de verlo por internet en el Canal Parlamentario. ¿Qué pasa? Otros se tragan Gran Hermano, El Tomate o Dónde estás corazón y no los miráis con esa cara tan rara con la que ahora me estáis mirando a mí.
Así, en caliente, debo reconocer que Zapatero ha estado brillante. Es una pena que no me lo crea, porque ha estado convincente, ágil en las réplicas, sereno y sin perder la compostura, salvo quizás con Rajoy.
El líder de la oposición ha estado regular y se ha notado claramente que crispa a Zapatero. Ha sido con el único con el que ha sido brusco en las réplicas. Me ha llamado poderosamente la atención la amabilidad, a veces excesivamente pegajosa, con la que ha tratado al resto. Desde el portavoz de ERC que lo ha puesto verde y al que ¡le agradeció el tono!, hasta al del PNV, que calificó de brillante orador y parlamentario, pasando por el BNG, IU o IVC.
A lo mejor mañana, más reposado, matizo mi percepción, pero así lo he visto hoy y así lo reflejo en una crónica apresurada a estas horas de la noche.
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