sábado, 19 de abril de 2008

Igualando por abajo

Sabia libertad de expresión que permite a unos decir lo que dicen y a quienes les critican ponerse a su altura. Una libertad que les iguala en la mediocridad. Una libertad que les expone desnudos, sucios, impúdicos. Porque han renunciado a vestir el traje de los argumentos y el respeto. Porque así lo han querido. Libremente. Decidieron ser esclavos de sus palabras. Es una opción.


4 comentarios:

bogar dijo...

Nadie muerde la mano que le da de comer.Saludos

Anónimo dijo...

No sé a lo que te refieres, pero en general, es cierto que no conviene ni replicar a los que, aunque oigan, no van a escuchar.

Juan Antonio González Romano dijo...

Cuando se carece de argumentos, se acude al insulto barriobajero. El señor Anido se ha retratado perfectamente. No sé por que´, no me ha extrañado mucho.

el aguaó dijo...

Querido Tato, hoy sí voy a opinar. Tengo que confesarte que ese texto que enlazas lo leí antes en el blog de nuestra amiga Claudia Brócoli, por lo tanto, mi opinión es la misma.

Con permiso, y si a vos no le molesta, utilizaré mis propias palabras para opinar.

El insulto no es ni el último bastión al que se debe recurrir. Cuando se recurre al insulto, sea cual sea el periodista, sea de la ideología que sea, para mí, pierde todas las credenciales. Todo por lo que lucha. Todo por lo que escribe u opina.

Las opiniones o artículos de opinión son eso, opinión, y si están debidamente argumentados y poseen el respeto requerido, sin insultar a nadie (y repito y reitero, sea de la ideología que sea), eso es la libertad de expresión.

Cuando se critica con insultos, cuando ya no hay respeto, para mí pierde todo tipo de credibilidad.

Y esto, querido Tato, lo hablamos no hace mucho.

Un fuerte abrazo.