martes, 14 de octubre de 2008

Cuento: Secretos

Mientras manipulaba una vez más el retrovisor derecho de aquel viejo coche, no podía dejar de pensar en el día en que descubrieran quién era el que movía el dichoso espejito. Y ese día acabaría todo. O quizás no. Se alegraba de que fuese un modelo tan antiguo, ayuno de esos artilugios capaces de mover como por arte de magia los espejos desde el interior sin el auxilio de nadie, se decía camino de la garita del parking.

Ya dentro del cuchitril, su mirada viajaba impaciente en un eterno camino de ida y vuelta. Desde los velados monitores en blanco y negro del circuito cerrado de televisión, hasta el mugriento reloj colgado junto a los insinuantes guiños del fluorescente que zumbaba de puro viejo. Incapaz de esperar sentado, se había apostado tras la silla con los codos sobre el respaldo, las manos entrelazadas y la espalda titubeando al compás del giro inerte del taburete.

Cuando el sonido del claxon asesinó con prisas el silencio, dio un respingo y las mariposas de su estómago despertaron furiosas. Salió de la garita atusándose el pelo y encogiendo coqueto la barriga mientras se ajustaba el horroroso pantalón gris del uniforme. Buenos días, María, saludó nervioso, ¿otra vez el graciosito del espejo?, preguntó avergonzándose por dentro. Y al tiempo que sujetaba el retrovisor derecho esperando los mandamientos, se inclinó para admirar con disimulo las hermosas piernas de María, sus pechos marciales y aquel borbollón de sensualidad que escapaba, apresuradamente y casi sin querer, de sus labios húmedos y carnosos. Algún día, cuando hubiese ahorrado lo suficiente para la cirugía, cumpliría su sueño y sería como aquella diosa, mascullaba mientras se alejaba con un aparatoso contoneo de caderas a lomos de unos enormes tacones imaginarios tras ayudar a María.


10 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno lo del asesinato con prisas del silencio.

A más ver.

Juan Duque Oliva dijo...

Tantas ilusiones esperando en cada garita, tantos sueños rotos, tantos secretos que no se sabrán jamás.

Preciosa Tato, preciosa entrada.

Saludos

pilar dijo...

Muy bonito. Como siempre, felicidades.
Besos, Pilar

Reyes dijo...

Fantástico!!!
De los mejores que he leido.
Absolutamente fantástico.

Corina dijo...

Habría que ver el contoneo de esos pantalones grises imaginando andares de pasarela.

PD: qué gracia escuchar tu voz en la entrevista. Me alegro de que me mencionaras como comentarista habitual, que aunque una esté muerta, todavía oye ;D.
Un beso.

el aguaó dijo...

El giro final es espectacular... porque yo, al menos, no me lo esperaba en ningún momento.

A veces, los sueños y los secretos van de la mano.

Un fuerte abrazo querido Tato.

pilar dijo...

En esta esfera sólo quiero ser costurera, y no te preocupes, me siento atendida en tu blog.
A lo mejor otro día, en otro agujero de esta red, me acomodo para ser otra cosa...yo que sé
Besos, Pilar

Juan Antonio González Romano dijo...

Muy bueno, Tato, como de costumbre; coincido con el aguaó acerca del giro final. Sin él, el relato estaba bien. Con él, sube al escalón de los buenos de verdad.

Er Tato dijo...

¡Ay, cómo me gusta que os guste, coño!

Hoy hay besos para todos, ea.

Anónimo dijo...

Si el cuento me ha gustado no te digo ná del comentario que tengo arriba.

Lo has terminado de bordar querido tabernero.