martes, 4 de septiembre de 2007

La culpa siempre la tiene el otro. El otro se llama Estado

Cada vez que se colectiviza la irresponsabilidad individual, surgen voces que gritan socorro a "papá Estado". Se nos llena la boca de arrogancia exigiendo derechos y libertades, pero cuando la cagamos jugueteando inconscientemente con ellos miramos a nuestros políticos, con ojos suplicantes primero y soberbia indignada después, para que nos rescaten del abismo.

No hace mucho con el caso Afinsa, en un intento de los damnificados de que entre todos pagásemos sus platos rotos. Ya veremos cómo termina. Dejando al margen los posibles dramas personales, pretender convencernos de que aquéllos que estaban obteniendo hasta tres y cuatro veces la rentabilidad normal de cualquier inversión sin riesgo son unos ingenuos, no cuela. Y apelar a una supuesta responsabilidad del Estado como causa del resultado de nuestra avaricia, tampoco. En el timo de la estampita, el que ignora la máxima de que nadie da duros a cuatro pesetas anteponiendo la codicia y el engaño a la sensatez y la honestidad, no suele estar bien visto. La doble vergüenza del timado, por necio y aprovechado, ha hecho que la sabiduría popular haya puesto a cada uno en su sitio. No se entiende sin embargo, que las modernas versiones de estos timos no gocen también del acierto con el que el pueblo condena determinados actos. Quizás sea verdad que el café para todos termina anestesiando las conciencias y premiando la holganza.

Ahora, con la subida de tipos, se vuelve a mirar al Estado como la solución a nuestros problemas. El PP de Andalucía quiere que, con cargo a los dineros de todos, se ayude a aquellos que se han endeudado por encima de sus posibilidades. El PSOE tardará poco en entonar un "y yo más". De nuevo se plantea que los comportamientos irresponsables de algunos los paguemos entre todos. Y lo que es peor, quienes nos gobiernan o aspiran a hacerlo prestan oídos a estas voces.

El Estado del Bienestar, algunos de cuyos objetivos comparto, se está prostituyendo. De intentar garantizar la igualdad de oportunidades, una enseñanza gratuita y de calidad, o la protección de aquellos colectivos más desfavorecidos por causas que escapan a su control, se está pasando a imponer la igualdad de resultados, enrasar por debajo el nivel de la enseñanza para que todo el que quiera pueda lucir un título en su cabecera, o pagarles la cuenta a aquellos que viven voluntariamente por encima de sus posibilidades.


2 comentarios:

canalsu dijo...

Seguro que conoces el chiste. Un hombre le dice a un amigo de partido en Andalucía que le busque a su hijo un sitio para trabajar.
-Te lo pongo de cargo de confianza en el ayuntamiento, 54.000 euros…
-No hombre, si yo lo que quiero es que trabaje
-En la Diputación, no hace falta pero se hace, 40.000 euros
-¡Que no, hombre, que lo que quiero es que aprenda el esfuerzo y el sacrificio…que trabaje, coño!. Unos 1000 euros al mes estaría bien…
-¡Pero qué dices insensato, eso es dificilísimo! ¡Hay que aprobar oposiciones y todo!

Anónimo dijo...

¿Chiste?
Eso sí que es un caso verídico de los de Don Paco Gandía (q. e. p. d.)