¡Y qué sueño hacía! Anoche caí en la cama como un bendito.
Después de un intenso día, en el que tuve que viajar de urgencia e inesperadamente a Madrid por la mañana (motivos laborales; nada importante), cambiar de taxi en plena Castellana porque se quedó sin frenos, estar pendiente de la resolución de la FIA sobre la sanción a nuestro correcaminos más internacional, adelantar el billete de AVE para volver a Sevilla lo antes posible, asumir que me iba a perder el partidazo de España contra Alemania, rezar para que no lloviese (ya sabéis, el famoso pragmatismo de los agnósticos) y hacer un par de horas de cola, esta vez lo conseguí.
Esta vez pude cazar a los dos pájaros, pero no matarlos de un tiro como reza el eslogan de su gira (es que se movían mucho y yo soy mal cazador). No abundaré en detalles del concierto, porque seguramente no haría justicia al espectáculo que presencié ayer. Sólo diré que ver juntos a dos poetas en un escenario, el uno emborrachado de la canalla del otro y el otro perfumado de la elegancia del uno, todo ello aderezado con una magnífica banda y una puesta en escena plagada de buen humor y originalidad, fue un regalo para los sentidos.
Por supuesto, hablo de Serrat y Sabina, Sabina y Serrat.
2 comentarios:
¿Qué más puedo añadir yo?
Sublime.
Un fuerte abrazo.
No tengo nada que añadir, tan sólo que fue una experiencia... "mística".
Publicar un comentario