Sea usted honesto, señor presidente

Cuando alguien tiene la responsabilidad de gestionar una empresa y ésta entra en pérdidas -gasta más de lo que ingresa-, lo primero que debe hacer es encerrarse con su equipo de colaboradores para torturar la cuenta de resultados hasta que cante qué gastos se pueden suprimir sin que por ello sufran en exceso los ingresos.

Si la empresa ha adquirido compromisos para donar recursos a ONG u organizaciones similares sin contraprestación, suprimirlas de inmediato enviando una amable carta en la que se explique que se trata de una suspensión provisional para que, una vez garantizada la viabilidad de la empresa, pueda retomarse la colaboración en un futuro. Como si nuestro gobierno decidiera reducir drásticamente las ayudas al desarrollo y las subvenciones a partidos políticos, sindicatos, patronal, actores..., lo que supondría un ahorro de varios miles de millones de euros.

Prescindir de todos los colaboradores externos, puestos de trabajo y recursos que no aportan valor a la empresa, tales como asesores, chóferes, flotas para directivos, traductores entre lenguas españolas...

Reestructurar el organigrama suprimiendo aquellos departamentos que aportan escaso valor en relación a su coste, bien asumiendo sus funciones por parte de otras áreas de la empresa, bien eliminando aquéllas directamente. Sería equivalente a la desaparición de determinados ministerios que, en una situación de emergencia, no tienen ningún sentido.

Paralizar la contratación de personal, salvo que la misma sea consecuencia de un crecimiento estable de la facturación de la empresa por la incorporación de nuevos proyectos o pedidos, y siempre que estos no puedan ser absorbidos incrementando la productividad del personal existente mediante la mejora de su formación, el uso de nuevas tecnologías y la implantación de planes de incentivos. Como si nuestro gobierno redujera el número de funcionarios mediante el mecanismo, natural y poco traumático, de no incorporar las bajas por jubilación, salvo las imprescindibles en áreas tales como educación o sanidad para los profesionales directamente relacionados con la prestación del servicio al ciudadano.

Si la empresa tiene varias delegaciones distribuidas por el país, analizar cuáles de ellas tienen tareas que pueden ser asumidas sin demasiados problemas por las oficinas centrales, al tratarse de servicios cuya calidad no se ve alterada por la ubicación física desde la que se prestan -contabilidad, controles administrativos, atención telefónica a clientes...-, y que pueden ser prestados con mayor eficiencia concentrándolos en un único punto. También qué oficinas y locales -con sus correspondientes gastos de electricidad, teléfono, limpieza, mantenimiento, mobiliario...-, podrían eliminarse sin afectar a la presencia comercial efectiva -la que genera ingresos-, o a la logística. Más o menos las medidas que habría que aplicar a nuestras comunidades autónomas y que, en un informe de la Fundación Progreso y Democracia, se cuantifican en un ahorro aproximado de 26.000 millones de euros.

Si, una vez tomadas todas esas medidas, no fueran suficientes para equilibrar la cuenta de resultados, plantear a los trabajadores una reducción de sus salarios con el compromiso de conservar sus puestos de trabajo y compensar la pérdida de poder adquisitivo en cuanto la empresa fuera de nuevo viable.

Nuestro presidente del gobierno, como responsable máximo de esta empresa que se llama España, tiene la obligación de poner por encima de los suyos, los intereses de los accionistas que le pagan, los ciudadanos, y actuar con valentía. Olvidarse ya de pactos y negociaciones a oscuras con partidos políticos minoritarios que representan a pocos, o con sindicatos y patronal que no representan a casi nadie. Plantarse en el Congreso de los Diputados. Poner sobre la tribuna, negro sobre blanco, todas las medidas de recorte de gasto necesarias para reducir drásticamente el déficit, y todas las reformas imprescindibles para sentar las bases del crecimiento económico que nos permita, primero, salir de este pozo en el que nos encontramos, y después, seguir mejorando nuestra calidad de vida. Y una vez expuestas con seriedad, rigor, luz, taquígrafos, televisión e internet, que se voten. Que cada uno se retrate ante los ciudadanos. Y si no es capaz de hacerlo, que tenga vergüenza y que se marche. Sea usted honesto, señor presidente, y no hunda la empresa, nuestra empresa.