Como todas las tardes, se dirigió a la mesa situada al fondo de la biblioteca, junto a la sección de poesía donde, siempre sola, disfrutaba releyendo una y otra vez a los poetas románticos. Al sentarse, le resultó extraño encontrar sobre la mesa una pequeña cartulina amarilla con unos versos de Neruda y el título de un libro. La sangre le entusiasmó el rostro y taconeó sus sienes. A sus cuarenta años, jamás nadie le había dirigido siquiera una mirada de deseo ni su piel había conocido aún varón. Muy a su pesar, desde luego.
¡Bah!, no seas tonta, se dijo, hoy has llegado bastante más temprano de lo habitual, así que estos versos deben de ser para otra, nadie te esperaba a esta hora, nadie se fija nunca en ti. Miró a su alrededor, pero todos andaban a lo suyo, enfrascados en sus lecturas o simplemente dormitándolas. Con una mano en el mentón y el codo apoyado sobre la mesa, sujeta la cartulina con la otra, abanicaba sus deseos mientras cruzaba y descruzaba las piernas visiblemente incómoda. ¿Y si aquel hermoso soneto era para ella? ¿Y si alguien la amaba en secreto?
Se levantó decidida en busca de la estantería donde debía encontrarse el libro al que pertenecían aquellos versos, pero sólo encontró su hueco. Y en él, una rosa todavía húmeda, recién posada. Empezó a pensar que algún bromista se había tomado demasiadas molestias para llevarla hasta aquel rincón de la biblioteca, pero en el fondo ansiaba que todo aquello fuera por ella, para ella, así que volvió la vista ilusionada buscando una mirada delatora, algún signo sospechoso. Nada. Aturdida, se disponía a volver sobre sus pasos cuando comenzó a sonar la música a todo volumen al tiempo que un enorme cartel se desplegaba desde el techo de la biblioteca, justo en el centro de la inmensa sala. En él, manuscrito en hermosas letras góticas, podía leerse: ”Te amo, Eloísa, sencillamente porque te amo, yo mismo no sé por qué te amo. Firmado: Abelardo”. Mientras escuchaba a su espalda un gritito nervioso de enamorada, la decepción y el desengaño demudaron el rostro de Carmen.
¡Bah!, no seas tonta, se dijo, hoy has llegado bastante más temprano de lo habitual, así que estos versos deben de ser para otra, nadie te esperaba a esta hora, nadie se fija nunca en ti. Miró a su alrededor, pero todos andaban a lo suyo, enfrascados en sus lecturas o simplemente dormitándolas. Con una mano en el mentón y el codo apoyado sobre la mesa, sujeta la cartulina con la otra, abanicaba sus deseos mientras cruzaba y descruzaba las piernas visiblemente incómoda. ¿Y si aquel hermoso soneto era para ella? ¿Y si alguien la amaba en secreto?
Se levantó decidida en busca de la estantería donde debía encontrarse el libro al que pertenecían aquellos versos, pero sólo encontró su hueco. Y en él, una rosa todavía húmeda, recién posada. Empezó a pensar que algún bromista se había tomado demasiadas molestias para llevarla hasta aquel rincón de la biblioteca, pero en el fondo ansiaba que todo aquello fuera por ella, para ella, así que volvió la vista ilusionada buscando una mirada delatora, algún signo sospechoso. Nada. Aturdida, se disponía a volver sobre sus pasos cuando comenzó a sonar la música a todo volumen al tiempo que un enorme cartel se desplegaba desde el techo de la biblioteca, justo en el centro de la inmensa sala. En él, manuscrito en hermosas letras góticas, podía leerse: ”Te amo, Eloísa, sencillamente porque te amo, yo mismo no sé por qué te amo. Firmado: Abelardo”. Mientras escuchaba a su espalda un gritito nervioso de enamorada, la decepción y el desengaño demudaron el rostro de Carmen.
13 comentarios:
Asi, vestida de soledad, devolvio la rosa al estante y la pequeña cartulina a la mesa salvandose de la tentacion que quedarselas, y sin mirar tomo un libro cualquiera, uno de tantos que le habian servido de compañia durante años, y penso que estos eran los unicos que la amaban.
Excepcionales y emocionantes...el relato y el comentario de maile, mi querida maile.
¿Cuántos micros eran por mes? ¿Podría usted multiplicarlos por dos, please? Maravilloso relato, querido Tato. Perfecto en todo y eso, en este caso, es algo bueno.
"Aquel día lo pasó, pasó, como todos. Acaso con los huesos algo más entumecidos por el pequeño desencanto. Nunca terminaría de acostumbrarse a ellos. A pesar de ser tantos.
Sin embargo, el anochecer le trajo una sorpresa. Una reconciliación. Se quedó dormida, como siempre, con un libro entre sus brazos. Al fin hizo el amor".
Abrazos.
Créeme querido Tato si te digo, que mi vida está llena de momentos "carmen".
Es el mejor de tus relatillos, me ha emocionado mucho. Enhorabuena, artista.
Gracias, Tato.
Precioso tu relato y el final me encanta. Yo digo lo mismo que otro de tus tertulianos....multiplica estos momento al menos por dos. Besos, Pilar.
También Maile lo hace muy bien. Besos también
El tal Abelardo,un idiota. A Carmen habrá que animar para un bambio de look.
Un abrazo
Gracias por tu contribución y tu remate, Maile. Por mostrarnos esos pasos finales de Carmen que se quedaron en el aire...
Besos
Yo los multiplicaría encantado, Juanma, pero el exceso de trabajo y la tacañería de las musas me lo ponen difícil. Pero se intentará.
Un abrazo
No me creo que tú hayas tenido tantos momentos "carmen", mi querida Dama ;-) Y muchas gracias, guapetona.
Be(r)sos románticos
Siempre gracias a vosotros, María. Siempre.
Besos
Es que estaba enamorado de Eloisa, Veridiana. Y ya sabes, dos tetas... Pero vamos, que seguro que con el cambio de look, Carmen le roba el novio a Eloisa. Y si no, siempre le quedará Neruda...
Besos
Me ha encantado el relato. ¡Que pena que no escribas más de estos! :) Me he quedado prendada de estas letras tuyas. Un abrazo.
Muchas gracias, Lisset. En la taberna hay muchos de estos, en concreto 110 hasta ahora, incluso alguno más o menos bueno. De todas formas, se hará lo que se pueda para incrementar la cantidad y, sobre todo, la calidad. Por mis parroquianos, lo que haga falta. ;-)
Besos agradecidos
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