sábado, 6 de octubre de 2007

Izquierda, izquierda. Derecha, derecha. Adelante, detrás. Un, dos, tres

Una cosa es lo que era la izquierda, otra lo que es y otra muy distinta lo que debiera ser. Y lo mismo le pasa a la derecha. La evolución de la sociedad ha ido matizando tanto el concepto de izquierda y derecha, que se ha pasado de una concepción del Estado y su relación con el individuo radicalmente opuesta, a la existencia de lugares comunes que ya nadie cuestiona y que en muchos casos difuminan las fronteras entre ambas formas de concebir la acción política. Al menos nos queda el consuelo de que mientras no llegue la LOGSE a Barrio Sésamo, adelante y detrás seguirán siendo adverbios y significando lo mismo.

Antes, cuando la izquierda tenía que luchar por la igualdad de oportunidades o por una libertad inexistente contra una derecha dictatorial que favorecía a los ricos en detrimento de los pobres, que fomentaba los monopolios en manos de los poderosos o que utilizaba la coacción del Estado para obtener prebendas ilegítimas, las cosas estaban muy claras. A nadie se le ocurría preguntar qué diferencias había entre la izquierda y la derecha. Era tan obvio quiénes eran los progresistas, los que querían evolucionar y progresar, y quiénes los conservadores, los que no querían que nada cambiara, que nadie se hacía esa pregunta.

Ahora, asentada la "democracia", construido un Estado del Bienestar que pocos cuestionan y civilizada la derecha, la que permanece asilvestrada es la izquierda. Ha perdido la ventaja competitiva que suponía tener el monopolio moral de la defensa de los débiles, de la lucha contra la injusticia y de la búsqueda del bien común. La derecha se ha modernizado y defiende la redistribución de la renta y los mecanismos de protección social, si bien es cierto que lo hace desde un modelo de Estado distinto. En un escenario en el que la derecha no cuestiona la enseñanza gratuita, las pensiones o las prestaciones por desempleo, a la izquierda se le ha agotado parte de su discurso, se le ha secado la imaginación y ha respondido con más Estado, más intervencionismo y más paternalismo. Si los avances sociales conseguidos han sido el resultado del trabajo y el esfuerzo de muchas personas a las que no le regalaron nada ¿por qué desprecian ahora esos valores?

Cuando la izquierda demoniza el mercado, contrapone de manera absurda lo social a lo económico. Ignora que para mantener el sistema de protección social son necesarios recursos económicos que sólo pueden ser generados de forma eficiente por el libre mercado. Las lógicas del monopolio público o privado sólo generan injusticias porque manipulan las reglas de juego, empobrecen a la sociedad y despilfarran recursos.

La izquierda en la que yo creo debería aprovechar la globalización y el libre mercado para conseguir una sociedad más justa e igualadora de oportunidades, debería reorientar los sistemas de protección social que generan parásitos y lastran la creación de riqueza, debería renunciar a regular aquellos comportamientos individuales que no afecten a derechos de terceros, debería ser firme contra quienes usan la solidaridad de los demás en su propio beneficio, debería ser especialmente exigente con los resultados de las actividades que se financian con recursos públicos, en particular la educación. En definitiva, debería poner el Estado al servicio del individuo pero sin anularlo, dignificarlo pero sin adocenarlo.

¿Para cuándo una izquierda moderna que crea más en el individuo, que sea capaz de convencer sin necesidad de asustar con el dóberman, que sepa gestionar sus valores con menos Estado, que sepa mantenerse en el poder sin necesidad de clientelismos, que asuma sin complejos algunos valores positivos de la derecha, como el esfuerzo y el trabajo, con la misma inteligencia con la que la derecha ha abrazado el Estado del Bienestar?

Algunos seguimos esperando.


7 comentarios:

bogar dijo...

Gracias y de acuerdo.Saludos

el aguaó dijo...

Bajo mi humilde punto de vista, creo que mucha gente se deja llevar por los 'colores de su equipo'.

Yo no soy partidario de elegir uno u otro 'bando', soy partidario de unas ideas. Aquél que sea capaz de ofrecerme unas ideas que sean acordes con las mías, que se acerque o que tengamos varios puntos en común, será el que se lleve mi voto. Una vez que haya escuchado sus ideas y su forma de pensar, así como las intenciones que posee de cara a su posterior mandato si sale elegido, y por supuesto coincida conmigo, veré de que partido es. Pero me dará igual ¿por qué? porque sus ideas coinciden o se acercan a las mías. El partido al que pertenezca da lo mismo si el fruto que persigue es similar al que persigo yo.

Una amiga que conocemos los dos, la querida Claudia Brócoli, hablaba el otro día de algo así, y puso como ejemplos los equipos de fútbol. Yo soy del Real Betis Balompié y por mis venas corre sangre verdiblanca. Jamás pensaría cambiarme de equipo. Pero en política esto no tiene validez. No se puede ser de un 'equipo político' fielmente aunque las ideas del líder de turno sean contrarias a tus principios, porque entonces estás siendo manipulado. Te dejas llevar por un nombre, unas siglas y unas ideas que quizás, con el paso del tiempo, han sido deterioradas.

Yo soy del Real Betis, manquepierda siempre (o manquegane), pero en política votaré al que más se acerque a mis ideas. Unas veces estará en un lado y otras en otro.

Un fuerte abrazo.

P.D. Dispénsame la extensión del comentario querido Tato.

El Caliz de la Canina dijo...

Creo que la política, sinceramente es como las mujeres, la que más buena esté o te mole más es con la que te vas.Por eso yo soy de la politica de la mujer.

Lo que interese ahí voy yo,ya sea izq,dcha,centro, ..........

La canina seguirá cavilando .....

Anónimo dijo...

Y lo que nos queda que esperar...

bogar dijo...

Dice Eduardo Punset que lo que diferencia a un politico no es ser de izquierda o de derecha sino la capacidad de amar.Supongo que en esto de amar se referira a que amar sgnifica compromiso con los demas.Que te parece tato

Olga Bernad dijo...

Sí, estoy bastante de acuerdo. Pero, mira, la derecha se ha modernizado tanto que ahora parece que hayan defendido toda la vida la igualdad de la mujer, los derechos de los homosexuales, el bienestar social y hasta la movida madrileña. Soy muy crítica con la izquierda, de la que me considero parte, pero esa modernización de la derecha me parece que ha sido en algunos casos forzada por el deseo de ganar votos del centro (sin votos no hay poder, y el juego en el que estamos es el democrático, eso ya lo saben). Cuando se ríen, con razón, de las tonterías a las que ahora se dedica cierto feminismo de jóvenes y jóvenas, de las pérdidas de orientación de los sindicatos, de los que fijan la igualdad en cuotas y mínimos, se olvidan de que durante muchos años, la igualdad sonaba a sueño y no fue con el esfuerzo de los que ahora se ríen tan a gusto de la nueva progresía con la que conseguimos acercarnos un poco.
En fin, me agoto, yo no soy una provocadora nata como tú.
Saludos.

Er Tato dijo...

Para eso estamos muchos de nosotros, Olga, para recordar que la derecha era lo que era, pero también para reconocerle a la nueva derecha que haya caminado hacia los valores que defendía la izquierda en la que yo creo. Pienso que cuantos más seamos en este lado, mejor para todos, ¿no? Después, cada cual considerará mejor un camino u otro para conseguir la igualdad de derechos y, sobre todo, la igualdad de oportunidades, pero lo importante es que se consigan esas igualdades al fin y al cabo. ¿Te agotas? No me lo creo, Olga ;-)

Por cierto, leí hace ya algunos meses tus Caricias Perplejas, junto con los de Cotta y el Profe. Debo decirte que me impresionó su lectura. Y aún más su relectura. ¿Ves? Algo más en lo que estamos de acuerdo.

Saludos