lunes, 21 de julio de 2014

Inventando problemas a los que buscar solución

Ahora está de moda eso de la renta básica para todos. Desde Podemos hasta el PP andaluz, pasando por Izquierda Unida. Como ven, el populismo es contagioso.

La mayor parte de los que están a favor de la renta básica son partidarios, no sólo de la existencia de un salario mínimo, sino de que ese salario mínimo sea lo más alto posible.

Como ya se ha comentado más de una vez por aquí y cualquier economista no ideologizado reconoce, la imposición de un salario mínimo, como la imposición de un precio mínimo de cualquier bien o servicio, reduce la cantidad de ese factor de produción, bien o servicio que se intercambia en el mercado. Y esa reducción es tanto mayor cuanto más alto es ese precio mínimo obligatorio, además de generar normalmente un mercado negro e ilegal que pone de manifiesto la incoherencia de esas imposiciones. No hace falta ser economista para concluir que si un empresario no es capaz de vender lo que produce un trabajador porque el consumidor -usted o yo-, no está dispuesto a pagarle el coste del trabajador y, en su caso, los materiales consumidos más un margen de beneficio, ese empresario no comercializará ese bien o servicio y ese puesto de trabajo no se creará.

La cuestión no tendría mayor importancia si ese trabajador pudiera optar a un puesto de trabajo más cualificado para producir bienes y servicios que el mercado sí esté dispuesto a comprar. Pero resulta que hay un sector de la población que, bien porque está muy poco o nada cualificado, bien porque su cualificación no es demandada en el mercado -insisto, el mercado somos todos los consumidores que decidimos qué compramos y qué no, qué empresa tiene éxito y cuál no-, sólo puede acceder a determinados trabajos de escaso valor añadido.

¿Qué hacemos con ese sector de la población condenada al paro porque el Estado ha decidido que no puede cobrar menos de un cierto salario?    

Fíjense que los partidarios de la imposición de un salario mínimo, lo que dicen es que se prohíba a determinado tipo de trabajador acceder a un puesto de trabajo y al empresario crearlo. Dicho de otra forma, el Estado estaría impidiendo trabajar a esos trabajadores y, según dicen, por su propio bien. Pero además, como quienes propugnan la existencia de ese salario mínimo -y cuanto más alto mejor-, exigen simultáneamente una renta básica, la conclusión es que el mismo Estado que impide a alguien trabajar y obtener una renta básica, tendría la obligación de entregarle esa renta básica que no puede obtener porque ese Estado se lo impide. Todo muy racional, como pueden ver.


2 comentarios:

Dyhego dijo...

Lo que usted cuenta me suena al truco de los malos que ofrecen caramelos a los niños para comérselos (a los caramelos no, a los niños...).
Salu2, don Tato.

Er Tato dijo...

Sí, pero todos quieren los caramelos...

Saludos