[Llovía afuera y yo sin paraguas. Desde mi ático acristalado esperaba que escampara pronto, pero pasadas tres horas el agua ya alcanzaba el segundo piso. Estaba asustado, solo en casa. Fue entonces cuando lo vi. Por mitad de la avenida, en la proa de una enorme barca, venía un señor con una barba blanca. A su lado, decenas de animales emparejados. Cuando pasó a mi lado, vi a mi mujer asomada a la barandilla. No iba sola. Un adonis diez años más joven que ella iba a su lado. Entonces, lo comprendí. Era mi diluvio, pero no mi barca. (Agustín de las Heras)]
Era mi diluvio, pero no mi barca. Ésas eran las misteriosas palabras garabateadas en la nota que había quedado sobre la acera, junto al cuerpo de un varón cincuentón, bien parecido. Un caso difícil. Se había precipitado desde el ático de la novena planta, el cuerpo estaba empapado a pesar de no haber llovido y aquella nota tenía su guasa. Para colmo, en el interrogatorio, su mujer nos había explicado que llevaba cuarenta noches muy inquieto, con extrañas pesadillas sobre bacanales a bordo de una barca atestada de animales y capitaneada por un anciano de barba blanca, mientras ella, radiante y desnuda, se despedía desde la proa.
3 comentarios:
Qué mala es la sospecha... a cuántas mujeres se lleva por delante.......Me encantan los giros que le das a la realidad. Has hecho 5 "labores" delicadas, muy bonitas...felicidades.
Besos, Pilar
ahora tendrás que hablar de la entrevista a Felipe González o algo así ......
He disfrutado leyendo tus variaciones.
Un saludo.
Ese acompañante diez años más joven...
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