martes, 2 de junio de 2009

La caja (a)tonta

Algunos miles de millones de euros -¡cientos de miles de millones de pesetas!-, nos cuestan a los ciudadanos las televisiones públicas. Y total ¿para qué? Si la televisión pública tuvo algún sentido en los albores de nuestra democracia para la formación de uno de los pilares del Estado democrático, la llamada opinión pública libre, hace ya tiempo que dejó de tenerlo. Y no sólo por la proliferación de televisiones privadas y otros medios de comunicación de masas -prensa, radio, internet...-, que debieran garantizar por sí mismos la pluralidad de la información a la que tienen acceso los ciudadanos, sino porque una opinión pública realmente libre es el resultado de la formación y educación de la audiencia y los lectores, no de la mera existencia de medios de comunicación plurales.

Es evidente que la información de los medios de masas, incluidos los públicos, es parcial y fragmentaria, consecuencia inevitable de su deseable pluralidad. Por un lado, transmiten una determinada visión de la realidad a través de lo que cada uno de ellos considera noticia, y por otro, se posicionan ante ellas de una determinada manera a través de los denominados creadores de opinión. Frente a esta situación, lo único que garantiza una opinión pública libre es la educación y la cultura. Una persona razonablemente formada compensa con creces la parcialidad de la información, es capaz de contextualizarla y se enfrenta de manera diferente, con más elementos de juicio e instrumentos críticos, a la lectura de un periódico o a un programa de televisión. Para una democracia fuerte es imprescindible un pueblo culto y libre, que conozca y comprenda las distintas alternativas, que sea exigente con sus representantes.

Por tanto, si a estas alturas la televisión pública no contribuye a la formación de una opinión libre, o al menos no más que las demás, ¿no sería más rentable para el interés general cerrarlas e invertir esos miles de millones en educar ciudadanos capaces de enfrentarse a los medios de masas de una forma menos pasiva e ingenua, más crítica y responsable?





3 comentarios:

cibeles dijo...

Tato, mas que desaparecer, lo que deberia de ser la televisión publica es el lugar donde tenga cabida todo aquello, que por no ser comercial no tenga hueco en el resto de televisiones, por poner un ejemplo ¿cuanto teatro se emite actualmente?,¿donde pueden a dia de hoy tener cabida las zarzuelas? ¿donde se puede hablar de libros?, costaria mucho menos, serian necesarios menos canales e incluso se podria precindir del kilo y medio de anuncios que acompañan a cualquier descanso. Quien vive en una ciudad probablemente tenga mas oferta para disfrutar de un musical o sin ir mas lejos de una actuación de Les Luthiers pero ¿y la gente que vive en los pueblos? ¿no podria la televisión publica hacerselo llegar?.

Er Tato dijo...

Estoy de acuerdo con el fondo de lo que dices, querida Cibeles, pero con la tecnología actual (dvd, ordenadores, internet,...) es absurdo pagar una televisión para difundir cultura. Saldría más barato regalar reproductores DVD y poner videotecas en los pueblos.

Besos

Anónimo dijo...

Y, además de eliminar la televisión pública, que otorguen más facilmente licencias para las privadas. Cuantas más y cuanta mayor competencia, mejor.

Tienes toda la razón en lo de la cultura y la educación, son imprescindibles para analizar y filtrar la información recibida, y en general,para ser más libres. Pero ya sabes que para dominar a un pueblo sin armas hay que negarle la cultura y darle circo...