Ha dicho usted, señor Montilla, entre otras tonterías, que “
no se puede mantener la solidaridad siendo injusto y desagradecido con quien la practica”, “
que ningún sistema puede durar ni establecer relaciones de confianza y seguridad desde la base de la injusticia” o que “
Cataluña tiene más pobres que habitantes otras comunidades”. No, si ya sabía yo que la publicación de las balanzas fiscales iba a desencadenar una oleada de declaraciones a cual más ridícula. Si no, ahí están los Suñé, Puig, usted mismo, señor Montilla, y otros especímenes para refrendarlo. Y todos partiendo de una premisa común, tan falaz como populista: que son los territorios y no las personas los sujetos pasivos de los tributos y los beneficiarios de los gastos e inversiones. Pues yo sí voy a agradecer su solidaridad, porque es de bien nacidos ser agradecidos, señor Montilla, a los Joan, Jordis, Josep LLuis, Antonios, Pepes y todos aquellos catalanes a los que su esfuerzo les permite aportar al Estado más de lo que reciben. No sé si son el treinta, el cuarenta o el sesenta por ciento del pueblo catalán, pero se lo agradezco. Porque con ello contribuyen a que el resto de los catalanes, andaluces, extremeños, madrileños..., que reciben más de lo que aportan, puedan vivir algo mejor. Pero si de echarse flores, darse besos y mirarse las pelusas del ombligo se trata, señor Montilla, también quiero que agradezca a todos los andaluces que, como yo, tienen una balanza fiscal individual negativa, nuestra solidaridad. Porque yo también sé hacer las cuentas.
Y fíjese que con los datos de las balanzas fiscales, ésos que a usted y a los de su ralea les parecen la biblia, mi familia aporta al Estado ¡un sesenta y dos por ciento! más de lo que recibe y mi déficit fiscal es del 15% del salario bruto familiar (el PIB familiar). Cada cual puede hacer sus cuentas. Calculen lo que pagan de IRPF y Seguridad Social y réstenlo a su salario bruto. Llamemos a esa cifra Salario Neto (SN). Al SN, réstenle la hipoteca y el ahorro anuales –porque alguno de ustedes tendrá hipoteca y ahorrará ¿no?-, para obtener la renta aproximada que dedican a consumo, y lo multiplican por 0,16, con lo que obtendrán, tirando a la baja, lo que pagan por impuestos indirectos (IVA, impuestos especiales...). Aunque faltarían algunos impuestos menores, la suma del IRPF, la Seguridad Social y los impuestos indirectos es lo que aproximadamente aportan al Estado. Y dividiendo la columna de “
Total Empleo” del cuadro cinco de las
balanzas fiscales –que es el que usan los nacionalistas catalanes por ser el que más les conviene-, por la
población de la comunidad de que se trate, obtendrán el beneficio por habitante procedente del reparto. Usen los datos de toda la familia para las aportaciones, multipliquen el beneficio por habitante por el número de miembros de la familia –las miembras sin miembro, también cuentan-, comparen lo que pagan con lo que obtienen y obtendrán una aproximación razonable a su balanza fiscal familiar. Y ahora, señor Montilla, si no es un malnacido, denos las gracias a los ciudadanos que tenemos balanzas fiscales negativas. A todos.
Pero tengo además una curiosidad. Si consiguiera finalmente hacer valer las balanzas fiscales para reducir la solidaridad de los catalanes, que no de Cataluña, con el resto del Estado ¿qué sería lo siguiente? ¿Calcular las balanzas fiscales de las cuatro provincias catalanas y reducir la solidaridad interprovincial de las más ricas? ¿Y por qué pararse ahí? ¿Por qué no, una vez aceptadas las balanzas fiscales como principal elemento regulador de la solidaridad ciudadana, esencia de la existencia de los Estados por cierto, no calculamos la de cada pueblo, barrio y comunidad de vecinos? Por último, señor Montilla, como muestra de la falta de coherencia de cualquier balanza fiscal como termómetro de la solidaridad, le preguntaría ¿cómo va a devolver a Andalucía o a Extremadura los gastos en educación, sanidad o seguridad en los que han incurrido para preparar el capital humano que finalmente termina trabajando y creando en Cataluña esa riqueza cuyo reparto quiere usted reducir?
¡Ah! Antes de que se me olvide otra vez ¿puede explicarme, señor Montilla, cómo se puede ser de izquierdas y nacionalista sin ser un descerebrado?