viernes, 8 de febrero de 2008

Leña al mono hasta que hable catalán, o eusquera, o.....

Ha dicho Solbes que van a publicar las balanzas fiscales de las Comunidades Autónomas. En cuanto le den oficialidad al déficit catalán y al superávit andaluz o extremeño, ya la tenemos liada.

La escasa cultura financiera y económica de los ciudadanos va a permitir que los políticos de turno se revuelquen en el barro de los agravios como verdaderos cerdos. Olvidarán lo que dice la Constitución y el sentido común, antepondrán el interés político local al de los ciudadanos, romperán aún más la idea de España y de nación que hace algún tiempo leí en un blog vecino y que comparto ampliamente (Una idea de nación I y II. Una idea de España I y II).

Como no me siento capaz de expresarlo mejor, ahí va un fragmento extraido de uno de esos textos:

".....Justamente por eso, porque las ideas sentimentales sobre lo que es o debe ser la nación son múltiples, subjetivas y no siempre compatibles entre sí, es deseable encontrar un punto de acuerdo racional y objetivo, que sea aceptable por todos y que todos estén dispuestos a defender, y a mí no se me ocurre otro que el de la Ciudadanía, es decir el del Derecho, el de una justicia igual para todos, con obligaciones y derechos iguales para todos, claramente definidos en un documento base (la Constitución) dentro de un sistema de libre concurrencia y democracia, y a partir de aquí que cada cual defienda su propio proyecto como mejor entienda (con el límite, obvio, de las leyes).

En cualquier caso, para mí, repito, las naciones no pueden ser sólo (no son en realidad) un sistema administrativo común, es decir, no son sólo Estado (aunque se identifiquen en la práctica con él), y España, estoy convencido, es mucho más que eso, es una trama inextricable de afectos e intereses forjados en una historia de convivencia milenaria (sí, milenaria). Si la memoria no me juega una mala pasada, creo que fue Francesc Cambó quien en un momento de su trayectoria de nacionalista catalán se separó de la línea independentista de Macià al afirmar que la convivencia de siglos había creado tal madeja de relaciones entre los habitantes de España que la independencia de cualquiera de sus partes no podía sino causar un trauma de consecuencias nefastas para todos. En su interesantísimo libro sobre el nacionalismo, Alfredo Cruz Prados afirmaba que las naciones necesitan un proyecto común que las impulse. En mi opinión, ese proyecto común no sería en España otra cosa que una mirada global, española, sobre los problemas globales y locales, por encima de particularismos y localismos, es decir la tendencia contraria a la que vivimos hoy, cuando se ha instalado la idea de que la presión regional, localista es la única manera de no resultar marginado en el reparto de inversiones. Hace unos días, en una muy seguida tertulia radiofónica, un famosísimo (y para mí, penoso) periodista madrileño decía a un celebérrimo colega andaluz que él tenía que estar en el fondo muy contento porque Andalucía era la principal beneficiaria del chalaneo de la financiación autonómica. Pues bien, yo, como andaluz, no estoy contento, no estoy en absoluto contento, porque la rapiña autonómica en la que nos hemos instalado sólo causa (está causando ya) insolidaridad, desapego afectivo entre los españoles y el fomento de un clientelismo regional de paniaguados que hace de la democracia una auténtica caricatura de sí misma.

Quiero decir con todo esto que si bien la idea de España como una simple nación de ciudadanos libres debe ser la base común de nuestro proyecto colectivo, el contenido con el que eso se llene no resulta indiferente, que hay proyectos políticos que favorecen la solidaridad y la cohesión y, en ese sentido, nos benefician a todos, y proyectos que sólo alientan el egoísmo particularista y el separatismo, y que por tanto nos perjudican en la misma medida....."

Después de esto, publiquen las balanzas fiscales. Denles más argumentos torticeros a los nacionalistas. Y cuando la espoleada muchedumbre ya esté en marcha, cuando se les hayan desbocado los caballos, laméntense sobre las ruinas de lo que un día todavía aspiraba a ser una nación de ciudadanos. Sí, ya sé que suena apocalíptico, pero tiempo al tiempo.


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