Que expulsen de un programa como Gran Hermano a dos gitanos venidos a menos por manifestar su homofobia o su racismo mientras un negro en pelota picada pone cachondo con su badajo a un maricón, no deja de ser un curioso esperpento. No quiero ni pensar la que les hubiera caído si los pilla el cocinero del otro día.
Y lo mejor de todo es que la cadena de televisión pretende hacernos creer que los ha expulsado por lo que han dicho, cuando los llevaron al programa precisamente para que lo dijeran. A lo mejor son tan ingenuos que piensan que los que ven esos programas son imbéciles y no se han dado cuenta de la jugada... ¡Vamos hombre!
Desde luego, el sentido de la causalidad en estos casos está clara: estos programas se hacen porque la gente los ve, no viceversa. Entiendo que estos programas existan. Entiendo incluso la propia existencia de esa cadena de televisión. No hay más que ver el nivelito de una parte de la ciudadanía. Fíjense, si no, en la audiencia de GH y Sálvame, con más de ocho horas diarias en pantalla.
¡Ah! Y por lo que me cuentan, los han expulsado de la casa, pero van a seguir en el programa porque han pedido perdón, porque tienen muchos amigos gays que son guays y porque los quieren mucho. ¡Ah! Y porque uno de ellos dice que está casado con una paya. Como diría Freddie, el espectáculo debe continuar.
Uno, que cree en la libertad individual por encima de casi todas las cosas, jamás impondría la desaparición de este tipo de programas, aunque se alegrase de ello. Siempre que fuera por falta de audiencia, claro.
Porque mientras haya imbéciles, mejor tenerlos entretenidos y embobados en el sofá del salón.
Y lo mejor de todo es que la cadena de televisión pretende hacernos creer que los ha expulsado por lo que han dicho, cuando los llevaron al programa precisamente para que lo dijeran. A lo mejor son tan ingenuos que piensan que los que ven esos programas son imbéciles y no se han dado cuenta de la jugada... ¡Vamos hombre!
Desde luego, el sentido de la causalidad en estos casos está clara: estos programas se hacen porque la gente los ve, no viceversa. Entiendo que estos programas existan. Entiendo incluso la propia existencia de esa cadena de televisión. No hay más que ver el nivelito de una parte de la ciudadanía. Fíjense, si no, en la audiencia de GH y Sálvame, con más de ocho horas diarias en pantalla.
¡Ah! Y por lo que me cuentan, los han expulsado de la casa, pero van a seguir en el programa porque han pedido perdón, porque tienen muchos amigos gays que son guays y porque los quieren mucho. ¡Ah! Y porque uno de ellos dice que está casado con una paya. Como diría Freddie, el espectáculo debe continuar.
Uno, que cree en la libertad individual por encima de casi todas las cosas, jamás impondría la desaparición de este tipo de programas, aunque se alegrase de ello. Siempre que fuera por falta de audiencia, claro.
Porque mientras haya imbéciles, mejor tenerlos entretenidos y embobados en el sofá del salón.
4 comentarios:
Lo malo es cuando te ponen esos programas en todas las cadenas. Lo mejor es apagar la tele, o tirarla por la ventana...
Salu2.
Ah, y mis condolencias por tu amigo fallecido.
Resalu2.
Hombre, en la 2 no he visto yo ninguno de estos... Ni en otras cadenas el nivelito de Telecinco.
De todas formas, como digo en mi entrada, de esto sólo hay un responsable: el ciudadano que lo ve. Porque ya sabemos que las televisiones privadas tardan menos de 24 horas en quitar un programa que no tiene audiencia.
Saludos
P.S.: Y gracias por las condolencias, pero sólo era un amigo literario y yo uno de sus fieles lectores. No tenía el gusto de conocerlo en persona, cosa que lamento.
Es sencillamente alucinante, y descorazonador, poner oído a las conversaciones de la mesa de al lado. Es sencillamente descorazonador, y alucinante, comprobar cómo la peña habla de estos programas como si estuvieran en una tertulia de "La clave".
Bueno, perdón, rectifico: si el nível fuera el de aquellas tertulias otro gallo cantaría. Hablan de esos programas como si fueran contertulios de esos programas. Y se lo creen todo. Y el que no da crédito soy yo.
Abrazos.
Pues sí, querido Juanma, lo has definido con precisión: es decorazonador.
Yo también oigo, e incluso a veces escucho, a los de la mesa de al lado. Si al menos lo murmurasen, como avergonzados de un vicio inconfesable y vergonzoso del que quisieran desengancharse, todavía tendría esto arreglo. Pero no. Lo comentan a boca llena y a risa nerviosa, y te miran raro si no sabes quién es el negro del badajo que acaba de entrar en la casa.
Un abrazo
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