viernes, 16 de enero de 2015

"Me levantaré cada mañana con la esperanza de que la muerte siga dormida..." Descanse en paz

Acabo de leer en el periódico en el que escribía que ha muerto. Mi admirado Alvite llevaba tiempo enfermo y hoy, al acostarme y encender el portátil para dar una última ojeada a la prensa del día, miré de reojo la mesilla de noche donde siempre hay un libro suyo esperando a que subraye con una sonrisa alguna de sus metáforas imposibles. 

Hacía meses que no sabía de él. Sus breves bordados literarios de humor oscuro no asomaban por mi cuenta de Twitter desde hacía tiempo y algo me impulsó a teclear su nombre en Google para saber de él. Apenas unas horas antes había fallecido. Algunas entradas escribí sobre él en la taberna. Y también le dediqué una serie de relatos en humilde homenaje a su estilo literario único e inimitable. Poca cosa para tanto maestro.

"También yo concibo la vida con esa aparente resignación de quien sabe que el lugar en el que se encuentre en cada instante es exactamente el sitio al que tendría que haber ido. Se trata de establecer la meta justo donde te pueda el cansancio, ni un poco antes, ni un metro más allá... ", dijo alguna vez.

Descanse en paz, maestro...


6 comentarios:

Juanma dijo...

Joder...nada bueno tiene la noticia, como es obvio. Pero ningún lugar mejor para conocerla que esta vieja taberna donde tanto lo hemos leído.
Hace unos meses lo escuché despedirse, y dar el motivo sin tonterías ni meandros lingüísticos, del programa de Carlos Herrera.
El libro que tengo suyo tiene manchas de un vino que se me cayó mientras lo leía. Esas manchas, en ese libro, sólo son pecas.

Un abrazo, amigo...brindemos por nuestro maestro.

Er Tato dijo...

Brindemos, amigo, brindemos.

En cuanto Juan el Manteca me devuelva la botella vacía de Zalamea...

Un abrazo

Anónimo dijo...

Recuerdo, querido Alvite, que no te conocí aquella noche en la que entré al Savoy para resguardarme de una niebla con textura de placenta que habitaba las calles y confería, a la madrugada alta, una pátina de desencanto o una excusa cinematográfica para huir bajo un plano cenital. Recuerdo también que no te vi sentado al final de la barra de aquel local donde la luz era otro cadáver, rodeado por tipos a quienes les quedaba fuera el mentón en la fotografía de perfil de una ficha policial, fumando un pitillo atonal y buscando de soslayo, entre el humo versado y verbos abatidos por los caprichos de su irregularidad, la presencia candente y cálida de aquella mujer inolvidable, diosa de tergal dentro de aquel antro, que no siempre se llamó Lorraine Webster.
Recuerdo, Alvite querido, que tus textos me legaron una impresión acerada, una acumulación de metáforas como cometas deshilachadas que luego, enseguida, me dejaban agujetas con aristas en el alma y cuatro rosas puestas a macerar en un vaso con algo de hielo y con nada que tuviera utilidad contrastada para la calma o para un buen madrugar. Llegaba al final de aquellos textos nacientes en el alambique de tus dedos y me sentaba a esperar que ocurriera lo impensando y lo cordial, algo así como si en el cénit de un velatorio el protagonista inerte levantara de pronto de su ataúd y se pusiera a silbar. ¿Y sabes, amigo? El silencio tras leerte era la pieza que encajaba en medio de la noche que caía sobre mis ojos cansados como un rompecabezas aburrido o crepuscular.
Recuerdo, Alvite eterno y fugaz, haber percibido tu sombra como una colgadura ajironada en lugares jamás contaminados por la melindre que afecta a cualquier tarjeta postal. Al abrir tus libros, sus palabras se derramaban, caían en cursiva, organizaban los adjetivos una timba ilegal y buscaban los verbos el hombro desnudo de alguna mujer superviviente y vertical.
Hoy, al enterarme de que has cerrado la puerta del cuarto de baño por primera vez en tu vida, que decidiste pulsar el interruptor, apagar la luz y bajar las persianas, he descubierto un agujero en uno de los bolsillos de mi pantalón. Hay algo que se me ha caído por ahí...

Juan el Manteca.

roth dijo...

Alvite era realmente sorprendente. Yo me di de bruces con un artículo suyo una vez y desde entonces me quedé enganchado.

Tato: es un placer entrar en tu taberna.

Er Tato dijo...

Bueno, Manteca, se nos fue el maestro...

Para quienes no lo conocieron y quieran saber de qué hablamos, aquí tienen una amplia muestra de su genialidad.

Y para quienes no te conozcan a ti, de esta ficción naciste, y en la pluma de Juanma y en su voz cobraste vida durane algún tiempo en humilde homenaje al gran Alvite.

Al final de la barra te dejo la botella de bourbon y un par de vasos. Se la apunto al viejo Al por si vuelve...

Un abrazo

Er Tato dijo...

El placer de que entréis siempre es mío, roth. Me alegra saber de ti.

Saludos