Los líderes de los dos partidos mayoritarios -con el permiso de Podemos-, anduvieron ayer de bolos, enardecidos por el pensamiento unidireccional de sus incondicionales que les jaleaban, ajenos a la nueva realidad, enajenados en su papel de divinidades. Más o menos como siempre. Y como si nada hubiera cambiado. Pero ha cambiado. O eso espero.
El presidente del gobierno, que sólo se baja de la pantalla para recostarse en el cojín mullido de los pelotas que aplauden con ojos bovinos y baba dulce, participó en unas Jornadas sobre Buen Gobierno en Cáceres, rodeado de los suyos. Y apoyó al señor Monago que se echó una novia en Tenerife y estuvo más de dos años viajando un par de veces al mes para verla, a costa del erario público. Sobre lo primero, nada que objetar. Sobre lo segundo, todo. Él mismo ha dicho que sus viajes privados se los paga de su bolsillo. Y después ha dicho que devolverá el dinero de esos viajes pagados por el Senado. Luego esos viajes eran privados. No le queda otra que dimitir si realmente pensaba lo que decía estos días atrás sobre los corruptos. Se ve que sigue confundido...
El otro, el presunto líder de la oposición, anduvo por mi ciudad para apoyar al candidato socialista a la alcaldía y, de paso, sudar los sobacos de la camisa. Y como la corrupción es el tema del día mientras las cloacas sigan apestando, pues tuvo un mano a mano con su amiga Susana para ver quién de los dos se ducha más veces al día. Y parece que Susana no se había terminado de fregotear bien detrás de las orejas.
Vaya papelón el de estos dos líderes de paja. Todo el día diciendo que ya han llamado al camión cisterna para que baldee con agua fuerte y lejía la pocilga, y el uno se va con todo el séquito a un acto sobre el buen gobierno para apoyar públicamente a quien dice una cosa y hace la contraria, mientras que el otro se pone de barro hasta las cejas revolcándose entre EREs falsos, fraudes, zancadillas a la justicia e imputados que siguen en sus cargos.
Es difícil de entender que, si realmente tienen intención de limpiar la política, hagan estas cosas quienes debieran ser los adalides de esa limpieza. Y como es difícil de entender, sólo cabe concluir que esa intención es impostada. Y que sí, que son todos iguales. Unos porque trincan. Y otros porque dejan que trinquen pudiendo evitarlo.
El presidente del gobierno, que sólo se baja de la pantalla para recostarse en el cojín mullido de los pelotas que aplauden con ojos bovinos y baba dulce, participó en unas Jornadas sobre Buen Gobierno en Cáceres, rodeado de los suyos. Y apoyó al señor Monago que se echó una novia en Tenerife y estuvo más de dos años viajando un par de veces al mes para verla, a costa del erario público. Sobre lo primero, nada que objetar. Sobre lo segundo, todo. Él mismo ha dicho que sus viajes privados se los paga de su bolsillo. Y después ha dicho que devolverá el dinero de esos viajes pagados por el Senado. Luego esos viajes eran privados. No le queda otra que dimitir si realmente pensaba lo que decía estos días atrás sobre los corruptos. Se ve que sigue confundido...
El otro, el presunto líder de la oposición, anduvo por mi ciudad para apoyar al candidato socialista a la alcaldía y, de paso, sudar los sobacos de la camisa. Y como la corrupción es el tema del día mientras las cloacas sigan apestando, pues tuvo un mano a mano con su amiga Susana para ver quién de los dos se ducha más veces al día. Y parece que Susana no se había terminado de fregotear bien detrás de las orejas.
Vaya papelón el de estos dos líderes de paja. Todo el día diciendo que ya han llamado al camión cisterna para que baldee con agua fuerte y lejía la pocilga, y el uno se va con todo el séquito a un acto sobre el buen gobierno para apoyar públicamente a quien dice una cosa y hace la contraria, mientras que el otro se pone de barro hasta las cejas revolcándose entre EREs falsos, fraudes, zancadillas a la justicia e imputados que siguen en sus cargos.
Es difícil de entender que, si realmente tienen intención de limpiar la política, hagan estas cosas quienes debieran ser los adalides de esa limpieza. Y como es difícil de entender, sólo cabe concluir que esa intención es impostada. Y que sí, que son todos iguales. Unos porque trincan. Y otros porque dejan que trinquen pudiendo evitarlo.
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