Pertinaces en el error, contundentes en su mercadeo de voluntades, proteicos en sus argumentos. Quedó dicho hace ya algún tiempo en
esta taberna. Lo reiteró hace pocos días un
querido parroquiano, profesional del asunto. Y lo ratificó el pasado viernes el
BOJA.
A partir del próximo curso, los bachilleres cuyas familias no obtengan un nivel de rentas determinado, podrán acceder a una beca -un salario, para que nos entendamos-, de 6.000 euros con objeto, según se dice en el propio decreto, "de compensar la ausencia de ingresos como consecuencia de la dedicación de la persona solicitante al estudio". Y todo ello, simplemente aprobando. "Haber obtenido evaluación positiva", dice literalmente el decreto. Nada de buenas o excepcionales notas.
Si
allá por Septiembre de 2007, lo que se pretendía atacar con este salario estudiantil era el abandono escolar motivado por la facilidad para conseguir empleo -¿facilidad con un 12% de paro?-, y estábamos ya "
ganando la batalla contra el desempleo", ahora que lamentablemente el fácil acceso a un puesto de trabajo ya no supone una competencia desleal, parece clara la intención inicial de esta medida.
Claro, que alguien podría pensar que lo que se pretende realmente es que nadie que de verdad quiera estudiar, se quede sin hacerlo por falta de recursos económicos. Bueno, este tabernero conoce a bastante gente a la que su familia no podía pagarle el bachillerato ni la carrera y que tuvieron la oportunidad de hacerlo. Sin salarios para estudiar. Sólo con la gratuidad de los medios y su esfuerzo para merecerla.
Lo dicho, dos pájaros de un tiro: disminución del abandono escolar y de las listas del paro.