Que un equipo de fútbol se gaste 100 millones de euros en un futbolista, ¡casi 17.000 millones de pesetas!, el 60% de los beneficios que obtiene en todo un año un grupo de empresas como El Corte Inglés con casi 100.000 empleados y miles de millones de transacciones comerciales, resulta inquietante incluso para un liberal como yo. Pero que esa operación haya sido realizada por una entidad que tiene una deuda de decenas de millones con la Hacienda Pública y la Seguridad Social sin que el gobierno lo haya impedido en tanto subsista tal deuda, es directamente un insulto a los ciudadanos.
Decía que resulta inquietante, no tanto por lo que de exagerado tiene el asunto -al fin y al cabo es una empresa privada, o algo así, y puede hacer las inversiones que le venga en gana con su dinero-, como por el hecho de que la sociedad en la que vivimos sea capaz de consumir ese producto -un tío, y además feo, dándole patadas a un balón-, hasta el extremo de generar suficientes ingresos como para que a esa empresa le resulte rentable gastarse una verdadera fortuna en contratar a una única persona. Y resulta aún más inquietante cuando lo comparamos con los ingresos que obtienen otros miembros de la sociedad que han dedicado toda su vida a formarse, que salvan vidas, que diseñan y construyen puentes o aviones, que investigan, que forman a otros, que, en definitiva, crean riqueza para hacernos a todos la vida más cómoda, más fácil, más longeva.
¿Qué tipo de sociedad es capaz de incentivar con sus decisiones individuales de consumo que sea más rentable pagar 100 millones por una sola persona que retribuir como se merece la ciencia, el conocimiento, la excelencia...?
Decía que resulta inquietante, no tanto por lo que de exagerado tiene el asunto -al fin y al cabo es una empresa privada, o algo así, y puede hacer las inversiones que le venga en gana con su dinero-, como por el hecho de que la sociedad en la que vivimos sea capaz de consumir ese producto -un tío, y además feo, dándole patadas a un balón-, hasta el extremo de generar suficientes ingresos como para que a esa empresa le resulte rentable gastarse una verdadera fortuna en contratar a una única persona. Y resulta aún más inquietante cuando lo comparamos con los ingresos que obtienen otros miembros de la sociedad que han dedicado toda su vida a formarse, que salvan vidas, que diseñan y construyen puentes o aviones, que investigan, que forman a otros, que, en definitiva, crean riqueza para hacernos a todos la vida más cómoda, más fácil, más longeva.
¿Qué tipo de sociedad es capaz de incentivar con sus decisiones individuales de consumo que sea más rentable pagar 100 millones por una sola persona que retribuir como se merece la ciencia, el conocimiento, la excelencia...?
Sí, a veces, la mano invisible del mercado parece volverse algo estúpida... Pero no se equivoquen, siempre lo será menos que quienes se arrogan el derecho de meternos la mano por la nuca para mover nuestras bocas de cartón.
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