No pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento de Sofía, su vecina de rellano, y fijarse en el sobre que apenas asomaba por debajo. Miró con disimulo a uno y otro lado, esperó inmóvil algunos segundos, estiró a ras de suelo la punta de su pie izquierdo flexionando levemente la otra pierna, irguió la espalda y la cabeza, ahuecó los brazos..., y pisó la carta arrastrándola hasta el centro del descansillo con un lento y elegante giro de cintura. Satisfecho, abrió la puerta del apartamento y la colocó junto al resto de la correspondencia que Sofía, su profesora de tango, le había pedido que recogiera durante su ausencia.
José de Madrazo: Retrato de un caballero
Hace 5 horas
10 comentarios:
A mí me pasó algo parecido con mi ex-profesora de claqué.
¿Que andabas haciendo el boludo en su ausencia? ¡Ay, qué bonito es el amor!
Sí, fue eterno mientras duró.
Bueno, ya sabes, lo que dure dura...
Ey! se me había escapado este relato que, debo decirle, me ha gustado y me ha dejado una sonrisa.
Abrazos.
Pues una sonrisa ya es sobrada recompensa, querido Juanma.
Un abrazo
Estoy tan liada que se me ha pasado el relato. Muy bien, muy bonito. Como siempre el ángulo de lo inesperado sale en la última línea. Ea, a por otro. No dejes de sorprendernos.
Besos, Pilar
¡Ay, Pilar, que me tienes abandonado...!
Besos
El sobreempleo, Tato.......y no digo más que me acuerdo de la Espe y me pongo negra. Besos, Pilar
¿Sobreempleo, Pilar? Unos tanto y otros tan poco... ;-)
Besos, guapa
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