Uno, que es de los que piensan que el Estado del Bienestar, para serlo, tiene que ser sostenible, está no obstante en contra de la congelación de las pensiones y de cualquier otra medida que afecte a los más débiles si antes no se ha producido un radical adelgazamiento del Estado y de los privilegios de unos cuantos. Y para muestra, un botón.
Cuando se está discutiendo -bueno, es un decir-, sobre el futuro de las pensiones para que, al menos, tengan viabilidad en el medio y largo plazo, o cuando casi el 80 por ciento de las pensiones son inferiores a los mil euros, conviene recordar algunos de los privilegios que en esa materia disfrutan quienes están llamados -¡malditos sordos!-, a salvarnos del desastre si antes no se lo impedimos, y pretenden además darnos lecciones de austeridad.
Así, mientras un trabajador necesita 35 años cotizados para cobrar una pensión proporcional a lo que ha cotizado durante los últimos quince años, un parlamentario sólo necesita haber trabajado siete para obtener el 80% de la pensión máxima, unos dos mil euros al mes, o doce para el 100%, unos dos mil quinientos euros al mes. Y sí, no es necesario ser, sólo estar, para cobrarla.
Si un trabajador se queda en el paro con 55 años y no vuelve a encontrar trabajo, o lo encuentra en precario, ya puede ir despidiéndose de vivir decentemente lo que le quede de vida. A estas alturas ya se imaginarán que un parlamentario al que le suceda eso -"...el ex-parlamentario que, en el momento de su cese, haya cumplido 55 años o los cumpla en el año en que se produzca la disolución de la Cámara y carezca de una actividad profesional o laboral permanente por cuenta propia o ajena...", dice literalmente el art. 7 del reglamento-, no pasará penuria alguna porque seguirán, seguiremos, pagándole las cuotas a la Seguridad Social hasta que complete el periodo de cotización necesario para obtener la pensión, tendrá derecho a la indemnización por cese de actividad (art. 11 y ss.) y percibirá hasta que se jubile "una ayuda equivalente el 60% de su asignación constitucional", casi dos mil euros al mes, en caso de carencia de ingresos y mientras esa situación persista. Vamos, que tiene que dar un gustirriní ser parlamentario con 55 años...
Si un trabajador quiere complementar su pensión cuando se jubile, tendrá que ahorrar de su salario para hacer las correspondientes aportaciones a algún sistema privado de previsión social. Un parlamentario no. A un parlamentario le ingresarán durante su mandato el 10% extra de su salario en un plan de pensiones o similar.
Que digo yo, ¿se habrán aplicado una versión libre de aquello de que la caridad, bien entendida, empieza por uno mismo? ¿será a esto a lo que llaman el pensionazo?
4 comentarios:
Pues más o menos hemos tenido el mismo pensamiento en este día Tato, mi última entrada en el blog va de eso precisamente.
Aunque expresado con menos argumentación que la tuya y de forma menos rigurosa, creo que vienen a decir lo mismo o al menos eso he pretendido.
Saludos.
Bueno, Rafael, tocamos el mismo asunto, pero con distintos mensajes de fondo. El tuyo, si no he entendido mal, se centra en la posible equidad o no del sistema. El mío, en las prioridades que deberían marcar nuestros gobernantes al rediseñar el Estado del Bienestar: menos tamaño de Estado y más centrado en la igualdad de oportunidades y en la protección de los más débiles. Pero vamos, que sobre este asunto se podrían muchas cosas.
Un abrazo
Mira...mira....¡Qué estoy muy quemada con la paguita de Navidad!
Diviertete estos dias y emborrachémonos un poco para no pensar en ellos.
Dos besos.
¿La paguita de Navidad? ¿Qué paguita?, dirán algunos, querida Veridiana.
Un manojo de besos y felices fiestas, Veridiana.
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