El Parlamento anda siempre huérfano de unanimidades, salvo cuando se trata de subirse el sueldo sus señorías. O de garantizarse prebendas. O de darse golpes de pecho políticamente correctos. Por eso, que ayer sólo hubiese un voto en contra -el de la valerosa Rosa Díez-, una abstención y trescientos veinticuatro votos a favor de un real decreto ley que concede garantías a Caja Castilla-La Mancha por valor de nueve mil millones de euros -¡un billón y medio de pesetas!-, me tiene mosqueado. Porque ¿en cuál de las tres situaciones mencionadas se puede encuadrar esta cuasi unanimidad?
Ya he dicho en varias ocasiones que, en mi opinión, hay que dejar caer a quienes han gestionado mal. Que el mercado drene sus excesos. Que no se cosan las heridas con el pus dentro. ¿Qué es eso de que el mercado ha fallado si ni siquiera se permite que actúen los mecanismos automáticos de saneamiento que el propio mercado tiene? ¿Acaso la situación de las Cajas de Ahorros en general, y de ésta en particular, gestionadas por políticos, es el resultado del libre mercado, eternamente ausente del sistema financiero? ¿Qué pasaría si no se avala a esa entidad financiera? Es posible que hubiera que liquidarla ¿y qué? Que el Estado garantice los depósitos a sus propietarios y juzgue a sus gestores. Punto. El resto es puro despilfarro y desvergüenza.
4 comentarios:
Bien sabes, querido Tato, porque por aquí lo he dicho, que me pierdo en estos asuntos de bancos y economías. Mi nómina, cerrada, se la doy siempre a mi mujer: ignoro lo que cobro. Me parece que eso me hace más feliz, no sé.
Dicho lo cual, odio a los bancos, a los políticos y a los bancos donde se sientan o entran los políticos. Nunca he creído que trabajen para otro bien que no sea el suyo propio.
"Unanimi(e)dad" es un hallazgo.
Un abrazo.
¡¡ El orgasmo del poder...!!
Si dividimos la habitual enemistad de los políticos por la sospechosa unanimidad de algunas de sus decisiones, estoy de acuerdo en que de tal cociente se obtiene un “resto” que es puro “despilfarro”. Disiento, sin embargo, en la “desvergüenza”. Según un espléndido teorema de Diofanto –por desgracia perdido para el mundo, por fortuna conocido sólo por mí–, la “desvergüenza” no se obtiene de ningún cociente, sino de un producto, cuyos factores coinciden, curiosamente, con los de la división referida.
Perdón por la corrección, pero las matemáticas son así: inevitablemente exactas.
Un abrazo.
Bueno Juanma, esas unanimidades no dejan de ser nimiedades. ¡Y abre el sobre de la nómina de vez en cuando, hombre! Aunque sólo sea para que tu querida Lola crea que la entiendes.
¡O el poder del orgasmo, querida Veridiana!
Usted puede corregirme siempre que quiera, amigo Antonio, lo que no significa que lleve razón. Se quedó usted en el ya viejo siglo XX, maestro. Ahora, en esta modernidad de plastilina, las matemáticas no son inevitablemente exactas. Todos los que forman la media pueden estar por encima de la media -o eso dice Erchaves-, el cero patatero ha desaparecido de las aulas, las propiedades asociativas han sido sustituidas por las conmutativas y el elemento neutro ha dejado de pasar despercibido para ser objeto de culto. En fin, que casi le interesa más retrasar su reloj algunos siglos. Si lo hace, dele recuerdos al caballero inactual.
Para ella, besos con el olor del albero recién regado. A los chicos, un fuerte abrazo
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