Nuestro presidente ha dejado ya de ser un gobernante de sonrisa bonachona, ojos angelicales y cara de bobo relleno de ocurrencias, para convertirse en un peligro real para el país. Él, su gobierno y el partido que lo sustenta. Un tipo que se niega, no ya a plantear, sino siquiera a debatir sobre las reformas estructurales que necesita este país si no es con la aquiescencia de los sindicatos es, como poco, un cobarde. El diálogo y el acuerdo con los agentes sociales son deseables, pero no pueden convertirse en un fin en sí mismos. Los ciudadanos no hemos votado a los sindicatos y los empresarios, ni son nuestros representantes.
Algo parecido, aunque con menos contundencia, reprochaba hace poco Jordi Sevilla en su blog -es curiosa la dosis de sentido común que les inyectan cuando le colocan el ex delante-, a quienes demonizan el debate y el intercambio de ideas. Su último párrafo debiera ser escrito cien veces en la pizarra, a modo de castigo, por muchos de los que pastan en nuestras instituciones.
Un ejemplo. Con más de cuatro millones de parados no se atisba el menor debate serio sobre la reforma del mercado laboral. Apenas alguna boutade. "Con 800.000 desempleados más no se puede decir que el despido sea caro", ha dicho la vicepresidenta Salgado. Como le ha recordado el presidente -"el empleo que se destruye es el precario y temporal"-, y ratifica la propia EPA, en el último trimestre se han destruido más de 500.000 empleos temporales y desde Enero de 2.008 más de un millón, mientras que los indefinidos se han mantenido prácticamente estables. Así que, con los datos en la mano, señora Salgado, o todos los que tenían empleos temporales eran peores trabajadores que los indefinidos, o el coste del despido es una barrera que impide el ajuste racional de las plantillas cuando la circunstancias lo requieren. Elija usted.
Y al hilo de esta última reflexión ¿le parece bien a nuestro gobierno esa dualidad del mercado laboral, que obliga a seleccionar a los trabajadores a los que se despide en función del coste de despido y no de su productividad, formación o valor añadido aportado a la empresa? Si el 43% de las empresas de nuestro país tiene menos de 10 asalariados y poco menos del 6% tiene más de 10 ¿cree realmente que el coste del despido no es una importante barrera para la contratación indefinida por parte de todos esos pequeñísimos empresarios que conforman la mayor parte de nuestro tejido productivo? Un menor coste de despido no sirve sólo para abaratar el despido -a veces se siente uno ridículo afirmando obviedades-; también sirve para que trabajen los mejores y para crear más puestos de trabajo. Quienes afirman que un despido más barato implica necesariamente una menor protección social, andan ciertamente faltos de capacidad e imaginación para gobernarnos.
2 comentarios:
Así que esas reformas estructurales imprescindibles pasan como siempre por los más débiles, por los trabajadores.
Aprovechando la situación, llegan los de la parte contratante, más conocida como patronal y propugnan como no ( lo extraño sería una novedad) una nueva flexibilización del mercado laboral y claro, este circunloquio al que nos tienen acostumbrados cuando se afilan los dientes significa:
A.- Contratación indefinida por periodos discontinuos.
B.-Contratación por un plazo limitado
C.-Reducción de los costes de resolución de los contratos para las empresas, con el correspondiente cargo sobre los trabajadores o la Administración.
D.-Aumento exponencial de las ganancias puesto que no hay que reservar fondos para la resolución de contratos de los trabajadores.
La consecuencia de todo ello es la precarización del empleo por:
A.- la duración del contrato temporal.
B.- Salarios con frecuencia inferiores y ausencia de benefecios no salariales.
C.-Mayores dificultades en la defensa de los derechos de los trabajadores y en ocasiones indefensión.
D.- Peores condiciones de trabajo y mayor posibilidad de contratos abusivos.
Y claro, todo esto sin el concurso de los sindicatos, que no los hemos votado, pero ojo, vamos a callarnos y a oir atentamente al patrón, que en su bondad infinita tiene una ONG llamada empresa y nos da de comer por puro altruismo.
A más ver.
Muchas gracias, amigo Manupé, por ilustrar el pensamiento único. Seguro que no lo piensas y lo has hecho para complementar mi entrada. Gracias de nuevo.
Para aquellos que crean que hablas en serio, que sepan que nada de eso ocurriría si las cosas se hacen bien. Se puede, y se debe, flexibilizar manteniendo una protección razonable. Pero algunos, sobre todo los que tienen trabajo indefinido, erre que erre, y ante el riesgo incierto de precarización -que no comparto-, mejor cuatro millones de parados y subiendo. Es un razonamiento muy inteligente, desde luego. A la altura del iluminado.
Saludos
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