Mientras sus gobernantes se afanan en ser creíbles y convencer a los ahorradores para que les presten el dinero con el que pagar las pensiones, los maestros, los médicos, los hospitales, la justicia, el ejército, la policía, las becas, los subsidios por desempleo, las prestaciones sociales, las obras públicas..., los indignados griegos se empeñan en todo lo contrario.
Si quienes tienen que prestarles el dinero les hicieran caso, ¿cómo pagarían lo que deben y mantendrían, simultáneamente, un Estado del Bienestar sostenible? Indignado no tiene por qué ser sinónimo de gilipollas. ¿O sí?
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