jueves, 26 de febrero de 2015

Qué le vamos a hacer...

"La OCDE avisa de que los deberes alimentan la desigualdad escolar", reza el titular de varios periódicos digitales.

¡Valiente gilipollez! Cuando uno se adentra en la noticia, lo que realmente dice la OCDE es que los deberes escolares acentúan la brecha entre los alumnos que pertenecen a familias más desfavorecidas y los que pertenecen a familias de nivel socioeconómico medio y alto, porque estos últimos disponen de ayuda para hacerlos. 

Resulta que no son los deberes los que producen esa desigualdad, sino el nivel económico o educativo de las familias. ¡Pues como en casi todo...! Si no pusieran deberes, los más ricos podrían ir a clases particulares que los más pobres no se pueden pagar. ¿O vamos a prohibir las clases particulares?

La solución es simple: una enseñanza pública de calidad y en cantidad. Por ejemplo, se podría incrementar la jornada laboral de los maestros de las 1.200-1.300 horas anuales hasta las 1.700-1.800 horas anuales de cualquier trabajador del sector privado. Y se podrían abrir los colegios por la tarde para dar apoyo a los alumnos de esas familias que no pueden ayudar a sus hijos con los deberes. Y se podrían contratar a más profesores... 

Pero no, es mejor echar la culpa a la existencia de deberes escolares, eliminarlos, y pensar ingenuamente que con ello, igualando por debajo, ya hemos resuelto la brecha. Por esa regla de tres, eliminemos la educación primaria o secundaria, porque los hijos de familias con mayor nivel socioeconómico tendrán más posibilidades de salir mejor formados. Muerto el perro, se acabó la brecha.

Esa obsesión de igualar por debajo es una de las causas de gran parte de los problemas que padecemos en este país. Todos nacemos con una mochila social y biológica que no elegimos, que no depende de nosotros. Nacemos en el país, en la ciudad y en la familia en que nacemos. Y somos altos o feos o inteligentes o antipáticos porque nos tocó ese número en un sorteo en el tampoco pudimos comprar el boleto. A partir de ahí, una sociedad decente debería, empleando al Estado como instrumento, contribuir a paliar las diferencias provocadas por la mochila social, igualar razonablemente las oportunidades de los ciudadanos. Si el Estado moderno no sirve para eso, entonces no sirve.

Cuestión bien distinta es pretender que las personas seamos iguales con independencia de nuestra mochila biológica. Porque no lo somos. Si a nadie se le ocurre que el Estado deba garantizar que un señor feo y bajito sea modelo de pasarela, ¿por qué habría de garantizar que alguien tenga una carrera universitaria al margen de su capacidad? Eliminar el esfuerzo individual de la ecuación es un camino que sólo conduce al fracaso colectivo. Algunos ricos llegan lejos, a pesar de ser ricos. Y algunos pobres también.

De estas cosas ya hablábamos por aquí hace muchos años. Y por aquí. A los que no hemos nacido en una familia rica nos toca esforzarnos más. Qué le vamos a hacer...


5 comentarios:

Dyhego dijo...

Soy yo de nuevo, don Tato.
He escrito tan rápido que me ha salido un churro.
Decía que mis padres nunca tuvieron que perseguirme para hacer los deberes. A mi hijo mayor nunca le he tenido que decir nada al respecto. En cambio, con los otros dos ha habido que utilizar medios mafiosos: chantajes, amenazas, castigos, boicoteos... ¡Y ni aún así!
Es decir que si un alumno no quiere hacer deberes... no los hará.
Ponga usted un café bien cargado, por favor.

Er Tato dijo...

S‌in duda Dyhego, quien no quiera esforzarse no lo hará, pero lo que dice la OCDE -que no es lo que dice el titular-, y tiene razón, es que hay chavales que, aun queriendo esforzarse, no encuentran en casa la posibilidad de que les echen una mano para entender la materia, bien porque los padres no tienen la formación o las ganas necesarias para hacerlo, bien porque no puedan pagar clases particulares.

En tal caso, el problema no es la existencia de deberes ni la falta de ganas del alumno. Por tanto, la solución no es rebajar el trabajo que debe desarrollar el alumno eliminando los deberes, sino poner los medios para que esos deberes sean académicamente efectivos.

Ahí va el café.

Saludos

Dyhego dijo...

Hablando estrictamente del período de educación secundaria obligatoria, hay muy pocas familias que no puedan ayudar a sus hijos. Pocas. Por mucho que hablen de estadísticas y rollos.
Lo que no hay es ganas ni de trabajar ni de invertir en educación. Familias que se gastan un dinero que no tienen en comprar trajes para el carnaval pero no quieren tener dinero para una excursión. Que tienen para móviles, pero no para fococopiarse un libro si es que no lo pueden pagar. Etcétera. ¿Cuántos alumnos le piden a un profesor que les explique algo durante el recreo? Casi ninguno. A mí todavía no me ha pedido ningún alumno que le explique algo fuera de clase. ¡Y estaría encantado de hacerlo!
En mi casa no había dinero para enciclopedias y yo me iba a casa de un amigo y estudiaba con él. ¡Nunca se lo agradeceré lo bastante!
Salu2 debi2.

Panduro dijo...

Si el igualitarismo en la escuela baja el nivel de la formación recibida, y yo creo que sí, estamos fastidiando a los más desfavorecidos.

Es decir, si se disminuye el nivel formativo en la escuela, aquellos alumnos cuya única opción de formación es la escuela verían disminuidas sus posibilidades frente a aquellos que pueden disponer de ayuda extraescolar (clases particulares o ayuda de los padres.)

Buenos días.

Er Tato dijo...

Exactamente eso mismo decía yo hace ocho años por aquí, Panduro:

"Igualar a todos en la mediocridad es impedir al desfavorecido que use lo único que le puede permitir progresar: inteligencia y esfuerzo. El rico, el poderoso, el "hijo de papá", aun siendo mediocre, tiene su vida resuelta. El pobre, el humilde, no puede permitirse el lujo de que el sistema, en nombre de un progresismo de plastilina, le iguale por debajo, le deje en el pelotón de los mediocres teniendo capacidad para no serlo."

Saludos