Que el libre mercado no está en el origen de la crisis resulta tan evidente para quien quiera verlo, como evidente es que casi nadie desea reconocerlo. De esto hemos hablado ya en la taberna decenas de veces, pero no viene mal repetirlo.
Publicado en el periódico El Mundo
De la alergia de los empresarios al libre mercado, del temor de los políticos a la libertad, del complejo de la izquierda con la riqueza fruto del esfuerzo personal, del riesgo moral... De todo eso hemos hablado. Todo eso se ha apuntalado con argumentos nunca rebatidos. Pero no sirve de gran cosa. Tampoco sirve que el reo de tanto mal ni haya estado, ni esté, ni se le espere. Da igual, porque ya ha sido condenado a la inexistencia, a existir en otra cosa.
Que el ciudadano fuera el principal beneficiado del libre mercado parece no importar ni al propio ciudadano. De eso, de que no le importe, o mejor dicho, de que le preocupe su existencia, ya se encargan los poderes, los de hecho y los de derecho.
Los políticos de cualquier colorín quieren más Estado porque eso es más poder, y todos lo quieren para lo mismo: para enriquecer a los suyos a costa de los otros, aunque los suyos sean unas veces unos y otras veces otros.
Los dueños del dinero, los empresarios, quieren más Estado que les garantice no tener que competir a cara de perro contra el mérito y la capacidad de quienes aún, pobres ilusos, creen que sus éxitos dependerán de ello.
Y los ciudadanos, ¡ay, los ciudadanos!, quieren más Estado que decida por ellos porque esto, según les advierten los poderes de hecho y de derecho, les hará libres.
En fin, que aquí, unos y otros, parecen sentirse cómodos con aquello que dicen que dijo una vez un antiguo y afamado torero cuando le preguntaron qué opinaba sobre la guerra civil: ya no sé quiénes son los malos y quiénes son los míos.
8 comentarios:
Al Estado le encanta subvencionarlo todo para tener a la gente agarrada por ahí mismo...
¿El libre mercado sería posible? ¿El Estado debería ser totalmente ajeno a la economía?
Salu2.
Si se entiende por libre mercado lo que los economistas llamamos competencia perfecta, que es simplemente un modelo de laboratorio, un modelo ideal, la respuesta es no, pero sí que es posible aproximarse mucho, pero mucho más de lo que lo estamos ahora.
Y no, el Estado no puede mantenese ajeno a la economía porque entonces sí que sería imposible aproximarse al libre mercado. Algo de eso intentaba explicar aquí, y mucho antes que yo, ya lo decía Milton Friedman.
El Estado debe regular, que no intervenir. Regular y vigilar que nadie se salta las reglas del juego del libre mercado, pero no intervenir, por ejemplo fijando precios de intercambio de bienes y servicios o subvencionándolos, o fijando horarios, etc...
Saludos
¿Y no estaría bien fijar el precio de algunos productos como el pan, el butano, el agua, la electricidad...?
Salu2, don Tato.
Verás, Dyhego, los precios cumplen una función fundamental en la economía: informa, entre otras cosas, de cuán escaso es un bien o servicio.
Fijar un precio artificialmente significa incrementar o disminuir la demanda de ese bien o servicio también de manera artificial, con independencia de su coste de producción o su escasez o abundancia.
Por los bienes que indicas, veo que tu inquietud es facilitar el consumo de los bienes básicos disminuyendo artificialmente su precio. Si una barra de pan tiene un precio de 1 euro en el libre mercado es porque ese euro remunera adecuadamente al agricultor que siembra el trigo, al que lo convierte en harina, al que convierte la harina en masa, al que la hornea convirtiéndola en pan, al que la transporta y al que finalmente la pone a disposición del consumidor final. Y ese precio se fijará de manera natural. Si en el libre mercado el Estado decide por las bravas que ese precio sea de 50 céntimos, las consecuencias serán que, o el pan no se fabricará, o el Estado deberá pagar los 50 céntimose de diferencia a algún miembro de la cadena para que siga realizando la tarea que le corresponde en la producción -al agricultor, al panadero, al comerciante...-, es decir, subvencionar el bien.
Como ves, lo único que habríamos conseguido es que el Estado quite a todos los ciudadanos, tanto a los que consumen pan como a los que no lo consumen, esos 50 céntimos para entregarlos a los que forman la cadena de fabricación de ese bien. También habríamos fomentado el derroche, pues seguramente la demanda de pan aumentaría al bajar la percepción del coste real por parte del consumidor, es decir, se pierde la información real que el precio proporciona al consumidor, y así, si antes algunos consumidores eran cuidadosos con el pan que compraba para que no les sobrara, con un precio más bajo, ese cuidado se relajaría. Y algo parecido ocurre con la electricidad y con el resto de bienes y servicios.
Si lo que te preocupa es el acceso de los más desfavorecidos a bienes y servicios esenciales, la solución no es hacerlo vía fijación de precios, sino vía rentas. La economía es mucho más eficiente en el empleo de unos recursos de por sí escasos, y el ciudadano es más libre si, en lugar de bajar por decreto ley la barra de pan a la mitad y dejar que el Estado decida por nosotros gastar nuestros impuestos en pagarle el pan al personal, decide complementar la renta de aquellos que realmente lo necesitan, y que sean ellos los que decidan si se lo gastan en pan, en mortadela o en pollo.
En fin, el asunto da mucho más de sí, pero tampoco se trata de soltarte aqui un rollo de diez páginas. ;-)
Saludos
Gracias por tus explicaciones, don Tato.
En cuanto a la electricidad, es carísima. ¿De verdad cuesta tanto producirla? ¿No se va la mayor parte de la factura en pagar otras cosas? ¿Comprarla a Francia resulta tan caro?
Salu2.
Bueno, casi el 50% son impuestos y subvenciones. Echa un vistazo a esta entrada y comprueba cómo se distribuye el coste de tu factura.
Saludos
Gracias de nuevo.
Estás hecho un hacha...
Gracias.
La conclusión a la que llego es que los políticos, siempre lo pensaré, son unos cabrones.
Salu2.
No soy ningún hacha, Dyhego, lo que pasa es que en más de 7 años de blog y casi 1.400 entradas me ha dado tiempo de hablar y de reflexionar sobre muchas cosas.
Por ejemplo, de eso que dices sobre que los políticos son unos cabrones. no debemos olvidar que ellos nos dan lo que la mayoría pide
Saludos
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