miércoles, 12 de junio de 2013

De prohombres y otras ficciones...

Si es que uno ya no sabe ni a dónde acudir.

¿Transparencia? Ni cuando les pillamos con el carrito de los helados, así que imagínense el otro 99,99 % de veces que  ni nos coscamos. Si ésta es la talla moral y ética de todo un Parlamento, formado por quienes se supone que son la élite de nuestra región -perdonen que no me ría, porque la cosa está para escupir lagrimones-, imaginen la del común de los paisanos. Aunque también pudiera ser que el común de los paisanos haya decidido que nos represente la escoria de Andalucía. Por aquello del contraste...


4 comentarios:

Juanma dijo...

En la vieja Grecia, aquella que inventó la Democracia y que ha devenido en ese desastre que hoy es, cualquier ciudadano podía acceder a la vida pública. Esto es, participar en política. Esa posibilidad la mantenemos actualmente y supongo que está bien que así sea...hasta que deja de estarlo.

Entre todas las reformas pendientes (¿queda algo que no necesite ser reformado? ¿o directamente cambiado?), la de la "clase" política es una más. Hace rato que sólo debieran ser políticos, y por tanto susceptibles de ser elegidos nuestros representantes, sólo personas preparadas para ello. Que ninguno de nuestros presis haya dado jamás una rueda de prensa respondiendo en inglés es un detalle.
Que cualquier acta debiera ser pública (excepto, supongo, cuestiones que afectaran a la seguridad. Pero de eso no se habla en sesión parlamentaria, ¿no?) y que los medios de comunicación son el mejor camino para esa publicidad me parece algo que va de suyo. Huele mal cuando no es así. Y resulta que el hedor por todo va siendo insoportable.

Finalmente, el voto. Ahí la batalla creo que está perdida. Debe gobernar quien más votos obtenga. Obvio y justo. Pero en ningún sitio queda escrito que la mayoría sea condición de seguridad de que esa decisión ha sido la acertada. No es difícil encontrar ejemplos que subrayarían lo contrario. Muchos avances de la humanidad tienen que ver con tipos que se enfrentaron a una opinión mayoritaria. En nuestro mundo, además, es fácil el engaño: las mentiras han alcanzado tal complejidad que parecen verdades irrebatibles. Y así, claro, el error está servido.

En fin, no sé, digo yo...

Un abrazo, querido Tato.

Er Tato dijo...

Bueno, Juanma, el problema es que no se puede -ni en mi opinión se debe-, limitar quiénes pueden ser elegibles, sin perjuicio de que se deba reformar la partitocracia que tenemos. Yo creo que la clave está -y debe estar-, en los electores. Unos electores de calidad garantizan unos elegidos y una democracia de calidad, pero claro, en nuestro país se junta el hambre con las ganas de comer...

Un abrazo

Er Tato dijo...

Desde luego se están cubriendo de gloria.

Cada día que pasa hacen más el ridículo y nos provocan más vergüenza ajena. Y que se sigan quejando de que los ciudadanos pensemos que son todos unos impresentables...

Juanma dijo...

Me expresé mal. A nadie se puede limitar el ser, por ejemplo, cirujano, pero está claro que sólo los que se preparan para ello serán de nuestra confianza si nos toca el momento (tocaremos de momento madera) de entrar en un quirófano. Sin embargo, el político es en muchos casos ese tipo o tipa que ha entrado a formar parte del partido desde que tiene veinte o veinticinco años y a partir de ahí ha ido medrando. A eso me refería. Cualquier puede -debe poder- acceder a la política, pero sólo los preparados específicamente para ello tendrían que llegar a ser políticos. Sí, ya lo sé, la pregunta es: ¿y cuál es o debiera ser esa preparación? No lo sé, nos inventamos algo...

En cuanto a la calidad de los electores, qué hacemos: ¿reír?, ¿llorar?, ¿beber para olvidar?..."hoy el vino se ha equivocao, en lugar de quitarme las penas me las ha aumentao" (¿cómo coño era lo de poner cursivas?)

Un abrazo.