Hoy, los indignados del aparato, del coche oficial y de las subvenciones, se han desgañitado a micrófono en grito reclamando unos derechos adquiridos con la sangre y el sudor... de otros. Unos derechos comprados a crédito. Un crédito que aún no hemos pagado y que sigue creciendo. Un crédito que pagarán nuestros hijos, nietos y biznietos, ellos sí, con el sudor de su frente.
Al margen de que a mí pueda parecerme que el orden de los recortes sí altera el producto, lo cierto es que hay que reducir de forma importante -y urgente-, el tamaño del Estado. Y que esa reducción deberá afectar al despilfarro y los abusos que se han estado produciendo en los últimos lustros.
Pero recurramos a la empatía y asumamos por un momento ese discurso populista de socialistas, de comunistas, de sindicalistas, de artistas y de todos aquéllos que les aplauden entusiasmados, jueces y parte en su mayoría. Supongamos que decidimos mantener el tamaño del Estado y gastar en este ejercicio lo mismo que gastamos en el ejercicio anterior, unos 468.000 millones de euros. Supongamos también que el Estado ingresa lo mismo que en 2011, lo cual es mucho suponer. En ese escenario, necesitaríamos que alguien nos prestara este año más de 90.000 millones de euros para financiar el déficit de este ejercicio, además de otros 120.000 millones para refinanciar el vencimiento de parte de los más 700.000 millones de deuda acumulada. Pedir prestado para pagar lo que se debe.
Es razonable pensar que si con un déficit presupuestado para este año de unos 56.000 millones -que ya es de por sí una barbaridad-, nos están poniendo pegas para prestarnos dinero, con uno de más de 90.000 millones nos iban a sacar los ojos en forma de intereses en el mejor de los casos. Si no hacemos recortes no nos prestan pasta. Si no hay pasta, el Estado quiebra. Si el Estado quiebra, sálvese quien pueda. Y entonces, señores Rubalcaba, Méndez, Toxo y Cayo, ¿qué hacemos, además de ponernos muy dignos negándonos a perder unos derechos que hemos comprado a golpe de crédito durante tantos años? Sí, ya sé que siempre nos quedarán los impuestos, pero seamos serios.
Al margen de que a mí pueda parecerme que el orden de los recortes sí altera el producto, lo cierto es que hay que reducir de forma importante -y urgente-, el tamaño del Estado. Y que esa reducción deberá afectar al despilfarro y los abusos que se han estado produciendo en los últimos lustros.
Pero recurramos a la empatía y asumamos por un momento ese discurso populista de socialistas, de comunistas, de sindicalistas, de artistas y de todos aquéllos que les aplauden entusiasmados, jueces y parte en su mayoría. Supongamos que decidimos mantener el tamaño del Estado y gastar en este ejercicio lo mismo que gastamos en el ejercicio anterior, unos 468.000 millones de euros. Supongamos también que el Estado ingresa lo mismo que en 2011, lo cual es mucho suponer. En ese escenario, necesitaríamos que alguien nos prestara este año más de 90.000 millones de euros para financiar el déficit de este ejercicio, además de otros 120.000 millones para refinanciar el vencimiento de parte de los más 700.000 millones de deuda acumulada. Pedir prestado para pagar lo que se debe.
Es razonable pensar que si con un déficit presupuestado para este año de unos 56.000 millones -que ya es de por sí una barbaridad-, nos están poniendo pegas para prestarnos dinero, con uno de más de 90.000 millones nos iban a sacar los ojos en forma de intereses en el mejor de los casos. Si no hacemos recortes no nos prestan pasta. Si no hay pasta, el Estado quiebra. Si el Estado quiebra, sálvese quien pueda. Y entonces, señores Rubalcaba, Méndez, Toxo y Cayo, ¿qué hacemos, además de ponernos muy dignos negándonos a perder unos derechos que hemos comprado a golpe de crédito durante tantos años? Sí, ya sé que siempre nos quedarán los impuestos, pero seamos serios.
10 comentarios:
ya sabes, tato... esto es como la curva peligrosa... no se rectifica hasta que se sale un autobús y se matan veintisiete...
si Griñán consigue pagar puntualmente todas las nóminas de aquí a cuatro años, tendrá asegurado su futuro... en Ferrari...
a gastar que son dos días... la nevera siempre llena en casa del pobre... y detrás de la puerta una pata de jamón...
Pues aquí ni aún así, eres_mi_cruz.
Porque mira que se han salido ya autobuses en la misma curva, y en lugar de cambiar la ruta, ponemos un guardia civil de tráfico -dicen que a un tal Valderas...-, desviando el tráfico hacia la curva.
Saludos
lo estoy viendo con el megáfono...
¡contra el capitalismo salvaje,
obrero andaluz, al patinaje!,
¡disfruta orgulloso del paisaje
y directo al precipicio con coraje!...
¡¡¡LA IZQUIERDA NO TE COBRARÁ PEAJE!!!...
(al menos de momento...)
¡¡¡contra la economía del miedo
ihta ihta ihta Andalussía comunihta!!!...
(elplural.com tiene nuevo ídolo... la crucifixión de Sánchez Gordillo venderá mucho más que la de Rouco...)
¡Qué grande el Sanchez Gordillo...!
A mí me gusta la gente valiente y coherente. Aunque estemos en las antípodas ideológicas.
Con Sopena me parto el culo... Y no leas esas cosas, chiquillo...
Saludos
En un comunista, la coherencia es un agravante.
Hombre, Panduro, cuánto tiempo...
Y sí, la frase es ingeniosa, pero no seamos talibanes, hombre. Yo estoy absolutamente convencido de que los comunistas están profundamente equivocados, pero en los tiempos que corren es digno de alabar que un comunista se comporte como un comunista. Al César lo que es del César...
Saludos
P.S.: ¿Y ese blog que te traías entre manos...?
tato... ojear libertaddigital y elplural de vez en cuando te libra de todo espanto... son mis páginas friki por excelencia...
Bueno, que quede entre tú y yo, también le echo un vistazo a esos dos y a unos diez más.
Saludos
Simplemente creo que la coherencia no es una virtud en sí mismo, como pueda ser la bondad o la honradez.
Y sí que hace tiempo, trabajando antes que llegue la crisis. ;) Lo mismo me expropian , que ahora está de moda.
En cuanto tenga un fin de semana en casa y sin comuniones, me pongo otra vez con el blog. Pero que conste que te he seguido leyendo.
Saludos.
Cierto, Panduro, la coherencia no es una virtud en sí misma pero, como está en peligro de extinción, uno tiende a sobrevalorarla.
En cuanto a la moda de la expropiación, no sé si los nuevos consejeros serán bolivarianos, pero tú pega el culo a la pared por si acaso.
Saludos
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