Tras la comparecencia del ministro Fernández Díaz, lo único que ha quedado meridianamente claro es que cometió una enorme torpeza política. Del resto, como no hay testigos, sólo se puede deducir lo que cada cual quiera deducir.
En todo caso, y haciendo el esfuerzo de creernos lo que el ministro dijo, a saber, que lo recibió por haber sido vicepresidente del gobierno y porque estaba recibiendo amenazas, la primera reflexión que se le viene a uno a la cabeza es si esas amenazas las estaba recibiendo por mor de los cargos ejercidos o por su deleznable comportamiento posterior. Si fuera a causa de lo primero, parecería razonable que el Estado se hiciera cargo de su seguridad personal. Si fuera a causa de lo segundo, lo razonable sería que su seguridad se la procurase él mismo, pues no parece que ande escaso de recursos.
A algunos, que todavía defienden a Rato con aquello de la presunción de inocencia, de que es un presunto delincuente, subrayando lo de presunto, y de que un imputado es sólo eso, un imputado, habría que recordarles que Rato, que fue vicepresidente del gobierno, dos veces Ministro de Economía y una de Hacienda, diputado durante más de dos décadas o director del FMI, tuvo que acogerse a la amnistía fiscal porque había defraudado a Hacienda, es decir, a todos los españoles. Y no presuntamente. Fraude que no es delito porque el gobierno del que fue su partido abrió un paréntesis durante el cuál decidió que no lo fuera.
En resumen, Rato no es oficialmente un delincuente. Todavía. Pero sí es un sinvergüenza. Defraudó a Hacienda, gestionó Bankia de manera irresponsable y se lucró de ello, y es corresponsable del dineral que nos ha costado a los españoles el rescate de esa entidad financiera. Todo ello lo hizo como persona particular, no en el ejercicio de sus funciones como vicepresidente del gobierno, ministro o diputado. Y parece que haber actuado así tras ejercer todas esas responsabilidades políticas le hace merecedor de un trato privilegiado por parte del Ministro del Interior. Pretende además el señor Fernández que le alabemos el gusto.
Con la que está cayendo, ¡a quién se le ocurre...!
En todo caso, y haciendo el esfuerzo de creernos lo que el ministro dijo, a saber, que lo recibió por haber sido vicepresidente del gobierno y porque estaba recibiendo amenazas, la primera reflexión que se le viene a uno a la cabeza es si esas amenazas las estaba recibiendo por mor de los cargos ejercidos o por su deleznable comportamiento posterior. Si fuera a causa de lo primero, parecería razonable que el Estado se hiciera cargo de su seguridad personal. Si fuera a causa de lo segundo, lo razonable sería que su seguridad se la procurase él mismo, pues no parece que ande escaso de recursos.
A algunos, que todavía defienden a Rato con aquello de la presunción de inocencia, de que es un presunto delincuente, subrayando lo de presunto, y de que un imputado es sólo eso, un imputado, habría que recordarles que Rato, que fue vicepresidente del gobierno, dos veces Ministro de Economía y una de Hacienda, diputado durante más de dos décadas o director del FMI, tuvo que acogerse a la amnistía fiscal porque había defraudado a Hacienda, es decir, a todos los españoles. Y no presuntamente. Fraude que no es delito porque el gobierno del que fue su partido abrió un paréntesis durante el cuál decidió que no lo fuera.
En resumen, Rato no es oficialmente un delincuente. Todavía. Pero sí es un sinvergüenza. Defraudó a Hacienda, gestionó Bankia de manera irresponsable y se lucró de ello, y es corresponsable del dineral que nos ha costado a los españoles el rescate de esa entidad financiera. Todo ello lo hizo como persona particular, no en el ejercicio de sus funciones como vicepresidente del gobierno, ministro o diputado. Y parece que haber actuado así tras ejercer todas esas responsabilidades políticas le hace merecedor de un trato privilegiado por parte del Ministro del Interior. Pretende además el señor Fernández que le alabemos el gusto.
Con la que está cayendo, ¡a quién se le ocurre...!
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