domingo, 27 de marzo de 2016

De leyendas urbanas y otras ignorancias

Ayer escuché varias veces en una tertulia televisiva a un miembro de Podemos, el señor Ramón Espinar para más señas, afirmar que más de la mitad del PIB corresponde a rentas del capital y que, sin embargo, tres de cada cuatro euros de ingresos públicos proceden de las rentas del trabajo. Lo dijo Espinar como lo podía haber dicho, y de hecho lo dicen, Pedro Sánchez el intermitente, alguno de los hermanos Garzón o cualquier sesudo informe de CCOO o UGT.

Ya sabemos que usar la Contabilidad Nacional para apuntalar la clásica cantinela marxista de la explotación del trabajador a manos del malvado empresario vende mogollón, pero de quienes llegan a la política pretendiendo exhibir decencia, transparencia y rigor cabría esperar algo más de todo eso de lo que presumen. O al menos de aquello último.

Empecemos con un poco de culturilla macroeconómica en la que intentaré no ser demasiado técnico ni aburrir en exceso al personal, pero que es imprescindible para entender la falsedad de esa afirmación sobre el reparto de la tarta del PIB entre asalariados y propietarios del capital. El PIB es el valor final de todos los productos y servicios que se producen en un país por sus residentes en un determinado periodo de tiempo, normalmente un año. Puede expresarse en diversas unidades, aunque lo normal es que se haga a precios de mercado, y puede calcularse por distintas vías.

Por la vía de la demanda, sumando el consumo privado, las inversiones, el gasto público, las exportaciones y restando las importaciones. De esta forma, todo lo que se haya producido en el país, o lo han comprado los consumidores finales -familias, administraciones públicas...-, o lo han comprado las empresas -inversiones en equipamiento, bienes inmuebles, existencias no vendidas...-, o lo hemos exportado a otros países. Pero como también hemos comprado bienes y servicios no producidos en el país, para el cálculo final debemos restar del consumo total esos bienes y servicios, es decir, las importaciones.

Por la vía de la oferta, es decir, calculando el valor final de lo que se ha producido en cada uno de los sectores productivos.

Y finalmente, por la vía de la distribución de rentas, es decir, comprobando a quiénes han ido a parar los ingresos procedentes de la venta de esos bienes y servicios: asalariados, empresas e impuestos netos indirectos.

Obviamente, el resultado final debe ser el mismo con independencia del método que empleemos, pues la diferencia entre usar uno u otro radica únicamente en que se nos muestra una fotografía del mismo objeto tomada desde distintos ángulos.

La afirmación que hacía el señor Espinar en ese debate se refería precisamente a esta última forma de presentar el PIB, que para 2014 arrojó los valores del cuadro. Pueden consultar el PIB, calculado por los tres métodos y para varios años aquí.




Como se puede ver, lo que el señor Espinar denomina rentas del capital o beneficios -después veremos que el excedente de explotación bruto no se corresponde con las rentas del capital-, no sólo no supone más de la mitad del PIB, sino que ni siquiera llega al 43%. Ojalá fuera ese el único error cometido, pues en tal caso no pasaría de ser un pequeño error de cálculo que no invalidaría sus conclusiones de que las rentas del capital no pagan suficientes impuestos. Pero no, su error va más allá porque es un error de fondo, de concepto, de ignorancia o, en su defecto, de indecencia y deshonestidad intelectual.

¿Y por qué? Porque las rentas del capital, los beneficios de las empresas, no coinciden ni de lejos con el excedente bruto de explotación. Lo que en la Contabilidad Nacional se denomina "Excedente de explotación bruto/Renta mixta bruta" es la suma, entre otros conceptos, de los beneficios de las empresas -que es la magnitud a la que se pretendía referir el señor Espinar y todos los que, como él, ignoran o manipulan los datos-, más los intereses que deben pagar los empresarios por los préstamos recibidos, más las amortizaciones de sus bienes de equipo o consumo de capital fijo, más los beneficios de las empresas públicas, más las rentas imputadas a los propietarios de viviendas -sí, han leído bien, el PIB incluye el valor teórico de autoalquilarse la propia vivienda-, más los ingresos de los autónomos...

Por tanto, si queremos comparar renta de los asalariados y renta de los empresarios, no podemos usar directamente la magnitud que figura en la Contabilidad Nacional como "Excedente de explotación bruto/Renta mixta bruta", en adelante EBE, sino que habrá que corregirla restando todo lo que no es renta empresarial.

¿Y eso cómo se hace? Buena pregunta. Sobre todo teniendo en cuenta que el EBE no se calcula midiendo cada uno de sus componentes por las dificultades de su medición, sino por diferencia entre el PIB y las otras dos magnitudes -remuneración de asalariados e impuestos netos sobre la producción-, que sí son fácilmente medibles. Hay quienes estiman el consumo de capital fijo en unos 200.000 millones y las rentas de alquiler imputadas en unos 100.000 millones, lo que arrojaría una cifra de unos 146.000 millones, más próxima ya a los beneficios empresariales, pero de la que habría que restar aún las rentas de los autónomos, los beneficios de las empresas públicas y últimamente las actividades de prostitución o drogas, entre otras magnitudes. Es probable, pues, que los beneficios empresariales no superen el 13% del PIB.

Podríamos realizar otros ejercicios teóricos para aproximarnos al cálculo de los beneficios empresariales partiendo de otras fuentes de datos, como la Central de Balances del Banco de España, la Agencia Tributaria o multitud de trabajos de investigación de especialistas en la materia, pero uno de los objetivos de este artículo -demostrar que los beneficios empresariales están muy lejos de suponer más del 50% del PIB-, ya se ha cumplido con creces, así que no merece la pena seguir aburriendo al personal con más datos.

Otra de las leyendas urbanas que también conviene desmentir es que las rentas del capital están sometidas a un tipo impositivo menor que las rentas del trabajo, afirmación que casi siempre acompaña al discurso anterior con la intención de demonizar al empresario y santificar al trabajador. Esta leyenda se alimenta del erróneo y permanente runrún de que los beneficios empresariales sólo son gravados por el Impuesto de Sociedades, olvidando que tales beneficios son gravados dos veces, una con el citado impuesto, y otra con el IRPF, cuando los beneficios que restan tras el pago del Impuesto de Sociedades son repartidos a los accionistas. Ilustrémoslo con un sencillo ejemplo.

Imaginemos una pequeña empresa que facture 500.000 euros al año con un beneficio neto antes de impuestos de 25.000 euros. Esa empresa pagará por impuesto de sociedades 6.250 euros, suponiendo un tipo nominal del 25% y sin otras deducciones. Si los accionistas quieren retirar esos beneficios, pagarán a su vez por IRPF un 21% de los 18.750 euros restantes, es decir, otros 3.937,5 euros. El resultado es que el empresario ha pagado por las rentas empresariales obtenidas un 40,75%. ¿Algún asalariado con unos ingresos brutos de 25.000 euros al año paga un 40,75% de IRPF?

No sé cuántos habrán llegado hasta aquí y lamento realmente que sean necesarios tantos párrafos, tantas palabras y tantos datos para desmentir lo que con tanta facilidad, apenas dos frases, cala en el imaginario colectivo.

La culpa no es el ciudadano, que no tiene por qué convertirse en un especialista en Economía o en Derecho, sino de la indecencia intelectual de nuestros políticos. Ayer era el señor Garicano, hoy el señor Espinar y mañana será cualquier otro.

En cualquier caso, me conformo con que este tipo de entradas consigan que algunos de los parroquianos que me leen sean críticos por principio con las cosas que les escuchan a nuestros políticos, que no se las traguen sin contrastarlas con otras fuentes, porque el sectarismo es una de las peores enfermedades de nuestra democracia.


6 comentarios:

Dyhego dijo...

Lo he leído todo de pe a pa pero soy demasiado obtuso para entender tanta cuenta.
De todos modos, gracias. Me quedo con la idea de que nos engañan como a chinches con cuatro frases bienintencionadas y buenistas.

Er Tato dijo...

Pues más o menos, Dyhego. Lo que nos vienen a decir es que, en el reparto de la tarta de las rentas que se generan en el país, los beneficios empresariales son más de la mitad de esa tarta, frente a las nóminas de los asalariados, que son menos de la mitad. Y sobre esa mentira, construyen la siguiente, que consiste en que, si las rentas empresariales son mayores que las rentas del trabajo, pero las rentas empresariales pagan de impuestos sólo 1 de cada 4 euros recaudados, llegan a la conclusión de que hay que subir los impuestos a las empresas. Pero la verdad es que todo es mentira porque la premisa es absolutamente falsa.

Entiendo que la entrada de hoy es un poco espesa, sobre todo para quienes no tienen conocimientos de economía, pero fíjate lo fácil que resulta colocarle el mensaje al ciudadano -los empresarios se llevan la mayor parte de la tarta, pagan tres veces menos impuestos que los currantes y las rentas del capital pagan mucho menos que las rentas del trabajo-, y qué complicado es rebatirlo. En general -y no lo digo por ti, que conste-, el ciudadano no se ocupa ni se preocupa de exigir datos y rigor a quienes hacen afirmaciones que están encantados de escuchar porque les gustaría que fueran ciertas, les viene bien que sean ciertas. Sin embargo, ese mismo ciudadano cuestiona, y exige rigor y datos, cuando se afirma que habría que bajar el impuesto de sociedades del 25% al 13% para que los beneficios empresariales paguen el mismo tipo efectivo que las rentas del hogar, o que las rentas del capital pagan actualmente un tipo que es 3 veces superior al tipo medio efectivo del IRPF.

De todas formas no pasa nada, ya estoy acostumbrado a nadar contra corriente.

Saludos

Dyhego dijo...

Don Tato:
¡Si yo leo con mucho interés sus entradas!
Ocurre que no tengo los conocimientos adecuados o mínimos de economía y no puedo seguir todos sus razonamientos, pero me gusta leer sus entradas. ¡Algo me quedará!
Tiene usted razón, al ciudadano medio nos llega la idea de que las grandes empresas tributan poco aquí y se llevan los beneficios a los paraísos fiscales; que a los ricos les sale el IRPF a devolver, que los que tenemos una nómina tenemos vigilado hasta el último céntimo y que los autónomos pagan tributos altísimos con relación a los empresarios.

¡Y ánimo! Sus entradas son muy interesantes.

Y viene bien saber que alguien nada a contracorriente y analiza lo obvio.

Gracias.

Er Tato dijo...

Sin duda habrá empresas que defrauden, pero las que se atienen a la ley tributaron un tipo efectivo medio del 19.6% en 2014, página 47 del Informe Anual de recaudación. Y las que defrauden, les da igual que suban o bajen el tipo.

También habrá ricos que defrauden en el IRPF, pero en 2013, último ejercicio del que se tiene detalle de los datos, hubo 4.553 contribuyentes que declararon unos ingresos superiores 601.000 euros que pagaron, de media, 566.752 € cada uno. No sé si son muchos o pocos, pero que los ricos pagan es obvio. Y a los que defraudan, como dije antes, les trae el pairo que suban o bajen el tipo.

A los que tenemos nómina y somos decentes -o tontos. según dicen algunos-, nos tienen vigilados, en efecto. Pero hay quienes cobran en negro parte de sus salarios y están encantados. Imagino que como los ricos o las empresas que defraudan.

Y finalmente, los autónomos pueden elegir si quieren pagar mediante módulos, en cuyo caso pueden darse situaciones injustas, o pagar conforme a sus ingresos reales. Cada método tiene sus ventajas y sus desventajas, pero el autónomo que puede tributar por módulos -que es el método que puede arrojar a veces una tributación injusta-, puede elegir libremente tributar por estimación directa o constituir una SL.

En fin, Dyhego, ya ves la abundancia de leyendas urbanas que pululan por ahí. Las cosas no son negras o blancas y hay disponibles datos objetios suficientes como para rebatir ambas posturas extremas.

Y gracias a ti por leerme, faltaría más.

Saludos

Juanma dijo...

Pues servidor también ha leído la entrada con mucho interés. Y también manifiesto mi incapacidad (legendaria en mi caso) para desentrañar el fondo. Y también, cómo no, pienso igual que Dyhego...algo seguro que nos va quedando.

Abrazos.

Er Tato dijo...

¿Pero a que lo de que los beneficios de las empresas pagan pocos impuestos a pesar de llevarse más de la mitad de la tarta se entiende de puta madre? Que no lo digo por ti, querido Juanma, ya lo sabes, pero resulta curioso.

Si yo me hubiera limitado en mi entrada a decir que esa afirmación era falsa, aportando los mismos datos que aportan quienes la hacen -es decir, ninguno-, y que la verdad es justamente la contraria, ¿cuántos me habrían creído a pies juntillas sin exigirme datos que fundamentaran tal sacrilegio? No te preocupes, es una pregunta retórica. Y la respuesta debiera hacernos reflexionar.

Abrazos