Cuando uno escucha a un economista que echó los dientes en un determinado partido, léase los hermanos Garzón sin ir más lejos, uno sabe ya a qué atenerse. Pero cuando un economista, hasta hace bien poco brillante e independiente, se pone al servicio de una ideología y está dispuesto a manipular la realidad para defenderla, uno empieza a pensar que para entrar en política debe ser requisito indispensable dejarse la honestidad intelectual colgada del perchero antes de salir de casa.
Que conste que no se es peor ni mejor economista por defender que se deben subir o bajar los impuestos. No, no es eso lo que me parece indecente, sino mentir para justificar una u otra postura. Y hacerlo a sabiendas. Porque quien ha dicho lo que ha dicho sabe perfectamente que es mentira que las empresas que hacen operaciones internacionales estén pagando un 5% de impuestos. Hasta tal punto lo sabe, que ha matizado, como quien no quiere la cosa, que las que pagan eso son aquellas que hacen operaciones internacionales.
Que conste que no se es peor ni mejor economista por defender que se deben subir o bajar los impuestos. No, no es eso lo que me parece indecente, sino mentir para justificar una u otra postura. Y hacerlo a sabiendas. Porque quien ha dicho lo que ha dicho sabe perfectamente que es mentira que las empresas que hacen operaciones internacionales estén pagando un 5% de impuestos. Hasta tal punto lo sabe, que ha matizado, como quien no quiere la cosa, que las que pagan eso son aquellas que hacen operaciones internacionales.
"Los impuestos españoles son unos impuestos con unos tipos muy elevados pero con muchísimos agujeros. Son como un queso gruyer en los que al final termina pagando una empresa grande con operaciones internacionales un 5% cuando el tipo es cinco veces mayor". Eso dijo ayer el señor Garicano en una entrevista radiofónica que pueden escuchar entera aquí.
Pues no, señor Garicano, usted sabe perfectamente que las grandes empresas internacionales no pagan un 5% en el Impuesto de Sociedades. Y además, no es necesario mentir para defender una subida del tipo efectivo, que yo no comparto, pero cuyo planteamiento es legítimo. Claro, que es posible que la política le fría a uno las neuronas e incluso la honestidad. A lo mejor no le vendría mal echarle un vistacillo a lo que contábamos por la taberna el verano pasado. Que uno no da clases en la London School of Economics, pero tiene su puntito...
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