jueves, 30 de julio de 2015

Algunos no quieren enterarse... y otros no se enteran

Ayer escribía en un tuit Eduardo Garzón, economista, asesor de IU, miembro del Consejo Científico de ATTAC y hermano de Alberto Garzón entre otros cargos, lo siguiente:

"Algunos no quieren enterarse, pero un € de déficit público es un € nuevo en la cuenta bancaria de una familia o de una empresa. Contabilidad"

Y además, a requerimiento de algún tuitero que le pedía una explicación adicional, contestó con un enlace a un artículo suyo que ofrece una explicación a dicha afirmación. Compleja, añade entre paréntesis. Imagino que lo de compleja debe ser para quitarle a uno las ganas de leerla. De todas formas, por si alguien tiene la misma tentación que yo, aquí la tienen.

Ese documento reproduce análisis teóricos sobre identidades contables de la contabilidad nacional, copiadas de varios economistas, y de una obviedad tal, que sería comprensible por cualquier estudiante de primero de económicas. Viene a decir, poco más o menos, que en una economía cerrada, sin contacto con el exterior, cuando el sector público se endeuda, el sector privado -empresas o ciudadanos-, tiene superávit y viceversa.

Dicho de otra forma. Supongamos un Estado que no se relaciona con otros Estados. Si agrupamos a todos los agentes económicos de ese Estado en sector público y sector privado, resulta obvio que, contablemente, el saldo de ingresos y gastos de cada uno de esos grupos deber ser inverso al del otro. Si el sector público gasta un euro más de lo que ingresa, ese euro sólo puede haber salido de que el sector privado ha gastado un euro menos de lo que ingresa, de que el sector privado ha ahorrado un euro y se lo presta al sector público. Si abrimos la economía de ese Estado al exterior, tendremos un tercer sector, y la identidad contable también debe cumplirse, de tal forma que la suma de los saldos de cada uno de ellos debe ser cero. Si un sector gasta más de lo que ingresa, sólo puede hacerlo porque el ahorro de los otros dos sectores es idéntico a ese déficit.

Por mucho cachondeo que se haya montado en Twitter con la afirmación de Eduardo Garzón, la verdad es que desde el punto de vista contable, su afirmación no es ninguna barbaridad, aunque con ciertos condicionantes, como que ese déficit provenga del ahorro de los ciudadanos y no sea drenado por el sector exterior, o provenga del sector exterior y no sea drenado por los ciudadanos. Así, Garzón concluye que si el sector público tiene déficit, el sector privado, y dentro del mismo, precisamente las empresas, incrementarán sus beneficios. El problema de su planteamiento es la cabriola que hace al final para llegar a esa conclusión, pues el déficit público supone contablemente que bien el sector privado, bien el sector exterior, bien ambos, deben tener un superávit equivalente a aquel déficit, pero no necesariamente que el sector privado, y dentro de él las empresas, sean los que obtengan ese superávit. Eso también lo dice la identidad contable en la que se fundamenta su análisis, aunque él prefiere concluir que el déficit público se encauza siempre hacia el incremento de los beneficios empresariales y nunca hacia el incremento de la renta de los ciudadanos, por ejemplo vía subsidios, subvenciones, rentas varias de inserción, etc.

Así, a partir de igualdades contables incuestionables pretende dar apariencia consistente a unas conclusiones construidas sobre argumentos bastante débiles, subjetivos e ideologizados. Ya el propio título del trabajo, "La importancia del déficit público para la actividad económica", es en sí mismo una declaración de intenciones.

En todo caso, la afirmación que hace Eduardo en su tuit es, como él mismo matiza al final del mismo, contablemente correcta, pero sólo eso y bajo determinadas condiciones. La contabilidad sólo actúa de notario de las transacciones de la economía real. La dinámica de lo que sucede entre los distintos sectores de una economía moderna -sector público, privado y exterior-, se ve reflejada en la Contabilidad Nacional, pero ésta sólo nos cuenta lo que ocurre, no cómo ocurre y por qué.

Hay quienes opinan, como los hermanos Garzón, que los impuestos que recauda el Estado, además de para garantizar la igualdad de oportunidades, deben servir para intervenir en la economía, no sólo regulándola, sino también fijando precios o coartando libertades, o que el Estado debe endeudar a los ciudadanos presentes y futuros para incrementar los beneficios empresariales actuales que es, curiosamente, la tesis central que defiende el documento -"...cabe resaltar el importante papel que desempeña el déficit público en la generación de beneficios empresariales...", dice el autor del panfleto-, para abogar por el déficit público.

Otros, entre los que me encuentro, opinamos que el Estado debe limitarse a garantizar la igualdad de oportunidades en sentido amplio y a regular, que no intervenir, la economía para garantizar la libre competencia en los mercados. Que el Estado, o sea, todos nosotros, se endeude para impulsar artificialmente la economía no es más que una patada a seguir, un crecimiento hueco pagado a crédito por las generaciones futuras, que además adocena y amansa a empresarios y trabajadores mediante el espejismo de que el Estado siempre impulsará el crecimiento económico creando ahora una riqueza ficticia traída de un futuro incierto, riqueza que además ni siquiera se invierte en hacer menos incierto ese futuro.

¿Es más rico un ciudadano con un chalet valorado en 500.000 euros y una hipoteca de 400.000 euros que otro con un dúplex de 200.000 euros y sin hipoteca? ¿Es más rica la España del año 2014, con un PIB y una deuda pública de un billón de euros, que la del año 2007, con un PIB de un billón de euros y una deuda pública de 383.000 millones de euros? Ahí tienen una evidencia empírica de la importancia real del déficit público para la actividad económica que defiende uno de los hermanos Garzón.


miércoles, 29 de julio de 2015

¿Un impuesto al sol o un por si acaso?

¿Es realmente un impuesto al sol lo que el Estado pretende cobrar a quienes instalen placas solares para su autoconsumo eléctrico?

Existe una abrumadora mayoría, desde el PSOE a Podemos, pasando por Ciudadanos y UPyD, que entienden que quienes se pagan su propia instalación solar y no consumen electricidad de la red, no deben pagar nada. Dicho así, todos estaríamos de acuerdo.

¿Pero también debe ser así si el usuario está conectado a la red eléctrica, aunque no consuma un solo Kwh? Dicho de otra forma, ¿tampoco debe pagar por la seguridad de tener suministro eléctrico en caso de que en algún momento su propia instalación no le aporte la energía que necesita?

Conforme al proyecto planteado por el Gobierno, un usuario de autoconsumo que no esté conectado a la red eléctrica, no paga nada. Un usuario que esté conectado por si acaso, debe pagar algo aunque no consuma.¿Es eso una aberración o un castigo al autoconsumo?

Veamos. Si usted no tiene una instalación solar para autoconsumo pero no consume nada un determinado mes porque, por ejemplo, se ha ido de vacaciones, ¿debe usted o no pagar por estar conectado a la red? Parece que sí, que al menos deberá pagar por tener a su disposición la red de transporte eléctrico, aunque no haya consumido. Entonces, ¿por qué el autoconsumidor no debe pagar por lo mismo que usted? ¿Por qué en su caso es un impuesto al sol y en el suyo no es un impuesto a irse de vacaciones?

Llevar los razonamientos al extremo suele ser bastante ilustrativo. Imaginemos que el 90% de los españoles se instalan paneles fotovoltáicos y se mantienen conectados a la red eléctrica por si acaso, aunque prácticamente nunca necesiten consumir. Si no aportasen nada para mantener la red de transporte eléctrico, el 10% de los españoles que no han instalado paneles solares deberían pagar, aunque no consumieran porque se fueron de vacaciones, el 100% del mantenimiento y despliegue de la red de transporte, incluso de la que llega a la puerta de cada autoconsumidor conectado. Simplemente por estar conectados a ella, por tener la posibilidad de consumir. ¿Y entonces por qué un autoconsumidor no debe pagar por lo mismo?

Cuando se paga por el seguro de hogar o por el del coche, o se paga a la Seguridad Social se está pagando también por un por si acaso, por una contingencia. ¿Por qué en esos supuestos nadie se lo cuestiona? ¿Por qué no se habla en esos casos de un impuesto a la incertidumbre?

Así que no, no es un impuesto al sol, es pagar por un por si acaso. Y el que no quiera pagar por ello lo tiene fácil: que no se conecte.

viernes, 24 de julio de 2015

Invita la casa. Hoy: De estadísticas, pobreza y pobreza estadística

De la forma de medir la pobreza y del indicador AROPE ya hablamos por aquí hace un año con motivo del reparto de fondos para la pobreza. Pero el temita sigue de moda, y como es tan dado a la demagogia y a la manipulación, iba a añadir algunos comentarios específicos sobre el indicador cuando me he topado con un magnífico artículo de Ramón Rallo que no creo que yo pudiera mejorar, y que dice cosas como éstas:

"Y eso supone un problema serio a la hora de interpretar el indicador, pues no es lo mismo ser pobre (carencia material severa) que estar en la zona de peligro para pasar a ser pobre (riesgo de pobreza o baja densidad de empleo). Por ejemplo, una persona que esté desempleada pero posea un alto volumen de ahorros aparecerá en AROPE por cuanto encajará en la categoría de “baja densidad de empleo” aun cuando no esté sufriendo (ni vaya a sufrir en el futuro previsible gracias a sus elevados ahorros) ninguna carencia material severa"

"Por supuesto, es legítimo defender que la definición de pobre no debería restringirse a aquellas personas que sufren una carencia material severa, sino también a quienes están en riesgo de pasar a padecerla. Pero lo que sí deberíamos evitar a toda costa son los malentendidos..."

"...la definición oficial de pobre (hogar que padece carencia material severa) probablemente ni siquiera se ajuste a lo que el ciudadano medio visualiza como pobre"

"Siguen siendo muchas familias en una situación muy frágil, pero si de verdad nos preocupan y queremos darles una solución específica, lo que no podemos hacer es diluir su situación real en un océano de demagogia."

En fin, que si quieren, aquí lo tienen completo. Léanlo. Si quieren, claro.


lunes, 20 de julio de 2015

Las historias del abuelo cebolleta




"La deuda es una idea preconcebida que además se diseña, se lleva a los países, con la colaboración de las instituciones de la Unión Europea, para ponerles a los países la cadena perpetua de la deuda."

No se puede coger un micrófono en televisión y afirmar sin inmutarse que el endeudamiento de los países forma parte de un maquiavélico plan diseñado al alimón entre especuladores e instituciones europeas, ajeno además a los gobernantes de cada país, para hurtarle la soberanía al pueblo. O sea, que unos malvados especuladores se levantan un día con ganas de joder, se reunen con Merkel y Draghi, y diseñan un diabólico plan para obligar a los Estados a endeudarse y tenerlos después cogidos por las pelotas. Y todo eso contra la voluntad de los ciudadanos y los gobernantes de esos Estados. Porque claro, los gobiernos se resistían con uñas y dientes a gastar más de lo que ingresaban, y los ciudadanos castigaban en las urnas a quienes pretendían hacerlo. 


"Han trasladado la deuda de los bancos a la deuda pública del Estado para que la paguen ahora todos los ciudadanos griegos."

A ver, Cayo, la deuda de los bancos no es deuda pública, es deuda privada. Salvo que se trate de banca pública, ésa que tanto os gusta a los de IU. A lo mejor lo que quieres decir es que los bancos eran tenedores de deuda pública griega -que compraban endeudándose-, y cuando el Estado griego no pudo devolvérsela a su vencimiento a los bancos -y a otros prestatarios, como fondos de inversión o ciudadanos particulares-, la UE le prestó dinero a Grecia para que pudiera devolverla. Pero era tan deuda pública cuando la tenían los bancos como ahora, cuando la tienen las instituciones europeas, con la diferencia de que cuando la tenían los bancos, si no se les devolvía, el Estado griego debía declararse en quiebra, y ahora, las instituciones europeas, esos terroristas financieros, renegocian una y otra vez la deuda para continuar la ficción de que el Estado griego es solvente y le ofrece intereses inferiores al mercado. Y por cierto, la tenían pagar los ciudadanos griegos tanto antes como ahora.


"A este país [España] lo han endeudado los especuladores financieros en el periodo de la burbuja inmobiliaria, que endeudaron por encima de las posibilidades de este país a la gente y ahora hacen que lo paguemos los ciudadanos."

¿Y qué tienen que ver las deudas privadas de los ciudadanos contraídas durante la burbuja inmobiliaria, con la deuda pública que, desde 2007, casi se ha triplicado por decisión de los gobiernos elegidos por los ciudadanos? Se ve que el señor Cayo Lara tiene un pequeño cacao mental con esto de las deudas privadas y las deudas públicas. Incluso el otro día me sorprendió con un tuit en el que afirmaba que una de las asignaturas pendientes de Europa es impedir que los países se endeuden.

Menudo cacao mental tiene este hombre. O quizás no. Y lo peor es que a todos estos demagogos ignorantes les acercan un micrófono y sueltan estas leyendass urbanas que le suenan bien al pueblo, que al pueblo le encanta comprar, porque no hay nada que le guste más al pueblo que el perdón de sus pecados, que le digan que la culpa siempre es de otro, que había un plan preconcebido para subyugarlo pero que, gracias a Dios, hay iluminados que le muestra el verdadero camino.

sábado, 18 de julio de 2015

Y si te vi no me acuerdo...

Nada más ilustrativo de la honestidad intelectual de nuestros políticos que un ejemplo personal y de primera mano.

Algunos recordarán que el verano pasado me quejaba de que hubieran implantado la llamada zona azul en el pueblo en el que veraneo. Desde el mismo centro del pueblo hasta la puerta de mi casa. Teniendo en cuenta que vivo en la periferia y que el objetivo de este tipo de medidas es facilitar la rotación de aparcamientos en las zonas céntricas y comerciales, se comprenderá mi indignación de entonces, máxime cuando, a pesar de ser propietario de una vivienda desde hace más de quince años y pagar, como cualquier otro vecino del pueblo, los correspondientes impuestos locales por ello -IBI, basuras, tratamiento de residuos, etc…-, ni siquiera puedo acogerme a los beneficios de ser residente.

Pues bien, tras las últimas elecciones municipales, el nuevo gobierno está conformado por un tripartito. Un partido local, el PIF -Partido Independiente la Figuereta-, el PP y Ciudadanos por Isla, habiendo pasado a la oposición el PA y el PSOE, anterior bipartito que decidió implantar la zona azul en todo el pueblo. Ahora, la alcaldesa es del PIF y el Primer Teniente de Alcalde es del PP. Y como curiosidad, la corporación tiene nada más y nada menos que ¡seis Tenientes de Alcalde, seis! Lo que hace el intercambio de cromos y el quítate tú que me pongo yo... 

Pero a lo que iba. El PP, cuando estaba en la oposición, escribía cosas como ésta o ésta. Y el ahora Primer Teniente de Alcalde decía el verano pasado en los plenos, cuando estaba en la oposición, cosas como ésta.




Y la actual alcaldesa, entonces en la oposición, opinaba esto otro allá por Septiembre en el mismo pleno.




Y aquí estamos, otro verano más, con la zona azul en la puerta de casa, la oposición de entonces en el gobierno y el entonces gobierno en la oposición. En fin, como dijo Tancredi a su tío Fabrizio, que todo cambie para que todo siga igual.


lunes, 13 de julio de 2015

Pongamos que hablo de Grecia...

Cuando cualquier país, o sea, el conjunto de sus ciudadanos, decide dotarse de un determinado tamaño de Estado del Bienestar, también está decidiendo directamente cuánto se va a gastar en él y, por tanto, cuánto va a tener que pagar por él.

A veces, muchas veces, la mayoría de las veces, los gobernantes, elegidos por esos mismos ciudadanos, tienen la tentación de ofrecer a su pueblo un Estado de un tamaño que no pueden pagar o que no quieren pagar pidiendo más dinero a sus ciudadanos. Y es que igual que el tamaño de ese Estado importa porque suma votos, subir impuestos para pagarlo los resta. Así que el gobernante de turno, que quiere ser reelegido constantemente, pide prestado a los ciudadanos, de su país y de otros, emitiendo deuda pública.

Al principio, como la deuda es pequeña, el país está creciendo y paga en tiempo y forma, los ahorradores, esos que deciden no consumir ahora para poder consumir más adelante a cambio de una cierta compensación económica, le prestan a quienes han decidido consumir ahora lo que no tienen, pagando por ello una pequeña cantidad de dinero.

Año tras año, lustro tras lustro, década tras década, el país gasta sistemáticamente más de lo que ingresa. Los ciudadanos están encantados. Tienen un Estado con sanidad y educación gratuitas, con pensiones de jubilación, con prestaciones por desempleo... En fin, un Estado de Bienestar como Dios manda. Y que, además, no están pagando completo, que ya se encargan sus paisanos más ahorradores y los de otros países, de prestarles la diferencia.

Pero llega un momento en el que los ahorradores empiezan a pensar objetivamente -deja de crecer su economía, cada vez debe más, su gestión es algo caótica...-, que ese país puede tener dificultades para devolver el dinero que le siguen prestando, y entonces, como es lógico, empiezan a pedirle cada vez más dinero por prestarles dinero porque, si los ahorradores pueden prestar su dinero a otros países o empresas con mayor solvencia y menos riesgo, pedirán más recompensa si quien se lo pide es menos solvente. Lógico. Así que no parece que esa actitud de quienes prestan su dinero sea el resultado de una conspiración judeomasónica contra ese país.

Como la cosa sigue empeorando porque, lejos de hacer reformas en el país para equilibrar los ingresos y los gastos, siguen endeudándose, los ahorradores ya sólo están dispuestos a asumir el altísimo riesgo de impago a cambio de una compensación aparentemente desproporcionada, lo que llevaría al país a entrar en un peligroso círculo vicioso y finalmente a la bancarrota.

Llegados a este punto, y como ese país pertenece a un selecto club con el que comparte moneda, los miembros de ese club deciden echarle una mano. Primero decide permitir que ese país haga un quita a sus acreedores privados -esos ahorradores que le prestaron dinero durante lustros-, para aliviar la deuda, y después, como sabe que nadie le prestará dinero a un coste razonable tras esa quita, con el dinero de los contribuyentes de todos los países de ese club, y sin pedirles permiso, compra la deuda que quedaba en manos privadas y sigue prestándole dinero a unos tipos de interés más ventajosos que los normales del mercado. A cambio, le pide que haga reformas para volver a ser un país solvente y que todo vuelva a la normalidad más pronto que tarde.

Sin embargo, esas reformas suponen sacrificios importantes para la población y surge un partido político que, utilizando ese natural descontento de los ciudadanos, llega al poder prometiendo que esos sacrificios no son necesarios, que no piensa pagar buena parte de lo que deben y que sus acreedores son poco menos que unos usureros y unos desconsiderados que no respetan la soberanía de su país. Y entonces decide preguntar a su pueblo si quieren pagar lo que deben y hacer esos sacrificios.

Obviamente, los miembros del club, que han prestado el dinero de sus ciudadanos sin siquiera preguntarles si querían hacerlo, se cabrean un pelín. Resulta que el socio díscolo les insulta y pretende además darles una lección de democracia preguntando a su pueblo si quieren devolver lo que deben, cuando ellos ni se han planteado preguntarles a los suyos si querían prestarles su dinero.

Y ahora, algunas reflexiones, a modo de moraleja, sobre esta historia..

En una democracia, el tamaño y el alcance de cada Estado es una decisión de los ciudadanos de ese Estado, que a su vez deciden la orientación ideológica de cada uno de los gobiernos que deben implementarlo. No parece pues, que la responsabilidad última sobre ese modelo de Estado y sobre la forma de pagarlo sea de nadie distinto a sus propios ciudadanos.

Tampoco parece que la responsabilidad de pedir prestado para pagar ese Estado que no se puede o no se quiere pagar con la riqueza del propio país, sea de quienes prestan ese dinero. Más bien parece que será de quienes piden prestado. En todo caso, si quienes prestan fueran unos temerarios, ya asumirán su responsabilidad perdiendo el dinero prestado, que no es poco castigo.

Cuando los gobiernos deciden, con el beneplácito de los ciudadanos que los eligen, endeudarse libremente para pagar una parte del coste del Estado del que, también libremente, han decidido dotarse, asumen el riesgo de verse obligados a ceder parte de su soberanía, de su libertad para gestionar el país. Y es lógico. Quien tiene deudas no es totalmente libre de gastarse su dinero en lo que quiera, pues una parte del mismo debe dedicarlo a devolverlas. Y si además empieza a incumplir los pagos o gestiona el país de tal forma que aumenta el riesgo de incumplirlos, y sigue queriendo que le presten, los pretamistas les pondrán condiciones que, en algunos casos, pueden implicar una cierta pérdida de soberanía. Pero es preciso recordar que pedir prestado no es obligatorio y que prestar tampoco lo es. Por tanto, no parece serio darse golpes de pecho ni ponerse a lloriquear por perder una soberanía que previamente se puso en venta. Como ya se ha dicho por aquí en multitud de ocasiones, el ejercicio de la libertad es duro porque obliga a asumir las consecuencias del mismo. Lo otro es libertinaje.

Y aunque podría estar hablando de cualquier país, incluido España, pongamos que hablo de Grecia...


lunes, 6 de julio de 2015

¿Un ataque de dignidad y patriotismo? Venga ya...

Preguntarle a los ciudadanos si quieren subida de impuestos y rebaja de pensiones es una pamplina. La respuesta es tan evidente. que sorprende la sorpresa que algunos han manifestado tras el no de los griegos. También sorprende lo que se le ha escuchado estos días atrás a algunos sobre que lo verdaderamente democrático era votar no. Uno siempre ha creído que lo democrático era simplemente votar. Y no siempre.

No sé qué opinarán esos puritanos de la democracia sobre el hecho de que nuestra propia Constitución prohíba, en su art. 87, la iniciativa legislativa popular en materia tributaria. ¿Se imaginan al pueblo legislando sobre cuántos impuestos quiere pagar? Pues por eso está prohibido y por eso, hacer según qué preguntas al pueblo, no es más que una patochada. Y el gobierno griego, que ha disfrazado de pureza democrática su propia ineptitud y parapetado su cobardía tras el instinto popular, lo sabe perfectamente.

Un pueblo que corre a sacar sus ahorros de los bancos, en lugar de dejarlo en ellos para que se conviertan en créditos a las empresas, para que éstas, a su vez, hagan inversiones que generen puestos de trabajo y crecimiento económico. Un pueblo que chapotea en una economía sumergida, dicen que cercana al 50% del PIB, para eludir el pago de impuestos. Un pueblo que está encantado de jubilarse cuanto antes mejor y que los que vengan detrás que arreen. Un pueblo, en fin, que se comporta de esa manera -por cierto, más o menos como todos los del sur de Europa-, no puede pretender que nos tomemos en serio eso de que el resultado del referéndum ha sido producto de un ataque de dignidad y patriotismo.


sábado, 4 de julio de 2015

Que no es por el dinero, que es por la tomadura de pelo...

Ya me animaron, y lo consiguieron, a dejar de comprarlo los domingos y ahora están empeñados en que también deje de hacerlo los sábados. Y también lo han conseguido. Primero pasaron de 1,40 € a 1,80 € e incluyeron una revista que ni leo ni me interesa. Hoy, lo han subido a 2 € y ni siquiera han añadido otra revista que no me interese.

Debo reconocer que mi principal fuente de información diaria es la prensa digital, algunos blog realmente serios y rigurosos, ciertos programas de televisión -pocos pero interesantes-, y la radio. Lo del periódico en papel los fines de semana es, era, pura nostalgia. Desayunar durante hora y pico mientras mancho de aceite algunas páginas. O leer reposadamente mientras alargo el desayuno.  Como prefieran.

Y no, no es por el dinero, es por la tomadura de pelo. A partir de hoy mancharé de aceite el ratón y ya sólo me quedará nostalgia de la nostalgia.


miércoles, 1 de julio de 2015

Si un político puede abusar, abusará.

Hay quienes están en contra de la nueva ley de seguridad ciudadana porque entienden que evitar un desahucio -que consiste en impedir la ejecución de una resolución judicial y pisotear los derechos de otro conciudadano, el propietario del inmueble-, o cortar una calle impidiendo la libre circulación de personas, o plantarse a las puertas de la casa del político de turno, coaccionando con insultos y amenazas a él y a su familia, es libertad de expresión. Y quienes entienden eso, apellidan la nueva ley de ley mordaza.

Uno, que es bastante radical en el entendimiento de las libertades en general, y de la libertad de expresión en particular, considera que tales comportamientos están muy alejados del ejercicio del derecho a la libertad individual. Y que deben ser prohibidos y, por ende, castigados.

Dicho esto, comparto el apellido mordaza para esta ley. Pero por razones distintas, como ya adelanté en su día. El Derecho administrativo, escenario jurisdiccional en el que se mueve esta ley, es el menos garantista. Y la potestad sancionadora de la Administración Pública, que actúa siempre como juez y parte, de las más humillantes para el ciudadano. Este poder, teóricamente sometido a la tutela judicial del contencioso-administrativo, pero sólo teóricamente, es una fuente natural de abusos del poder político que, en este ámbito, está encantado de concentrar, no sólo de hecho, sino también de Derecho, los tres poderes del Estado.

Y la experiencia nos dice que si un político puede abusar, abusará.