martes, 24 de diciembre de 2013

De reinserciones y cutrez...

Según la doctrina penal más consolidada, las penas persiguen la reafirmación del ordenamiento jurídico vulnerado, la retribución, material o moral, del mal causado, prevenir la comisión de delitos por parte de la sociedad -prevención general-, y del condenado -prevención especial-, y la reeducación y reinserción social.

El señor Del Nido va a solicitar su indulto, entre otras razones, porque entiende que no es necesario que ingrese en prisión "para conseguir su reinserción y porque los once años transcurridos desde la comisión de los hechos (2002) acreditan su plena integración en la sociedad, fin último y principal del ingreso en la cárcel".

Está muy extendida la idea, sobre todo entre los delincuentes y los progres de salón, de que el fin último y principal de la privación de libertad es la reinserción. Aluden quienes así piensan a nuestra Constitución, pero obvian la literalidad de nuestra Carta Magna al respecto: "Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados". Parece obvio que entre que un determinado acto deba estar orientado a un propósito y que ese propósito sea el fin último y principal de ese acto media un abismo.

Pero incluso aceptando que la reeducación y la reinserción social pudieran ser los fines últimos de la pena, resulta evidente que son imposibles de cumplir en los supuestos de delincuencia de cuello blanco en general, y en el del señor Del Nido en particular. A diferencia del delincuente común, que suele actuar desde la marginalidad y por su causa, los señores Del Nido que pululan por nuestra sociedad delinquen desde el privilegio de formar parte de la élite, de codearse con la crema de la sociedad, incluso de ser admirados por nosotros, pobres mortales. ¿Cómo reeducar y reinsertar a quienes, bien educados y absolutamente integrados, se dedican a delinquir aprovechandose precisamente de ello?

Si el señor Del Nido nunca ha sido un marginado social, ni antes, ni durante, ni después de delinquir, ¿cómo puede justificar su indulto afirmando que está acreditada su integración en la sociedad tras la comisión de los hechos? ¿No deberían los privilegios que disfrutaba y desde los que delinquió suponer un agravamiento de la pena y no un argumento para el indulto?

Sería esperable, si no fuera a estas alturas una absoluta ingenuidad, algo más de gallardía en quienes se supone que son el espejo en el que se debieran mirarse los ciudadanos de a pie. En lugar de ponerse a lloriquear mendigando indultos, deberían empezar su verdadera reinserción reconociendo públicamente sus culpas y asumiendo sus consecuencias. Eso es lo que hacen las personas que aspiran a ser decentes.

En fin, tenemos lo que tenemos. Al frente de muchas de nuestras instituciones sociales y políticas sólo hay mediocridad aplaudida. ¿Cuántos correos de apoyo habrá recibido ya el señor Del Nido, empezando posiblemente por el señor alcalde de Sevilla? Pues eso. 

Y por cierto, ¿una cuenta gratuita de gmail para los apoyos? Definitivamente el señor Del Nido ha perdido ya todo su glamour si es que alguna vez lo tuvo.


2 comentarios:

Zapateiro dijo...

Por empezar por algo, de la educación del Sr. Del Nido me río yo.

Para continuar, no se podía esperar una maniobra diferente de alguien que lleva siendo un sinvergüenza toda su vida, más allá de que haya tenido em mérito de camuflarse estupendamente durante la mayor parte de su vida.

Y para finalizar, y lo que es más grave, de los malditos indultos y del despotismo desde el que los utilizan los Gobiernos sólo pueden venir estos lodos: gente que sin escrúpulos y sin mayores argumentos que los que pudiera dar mi sobrino de 5 años lo solicitan sin sonrojarse siquiera.

Te recomiendo este artículo.

Er Tato dijo...

Unos los solicitan sin sonrojarse, y otros los conceden sin inmutarse.

Y el artículo lo había leído ya, aunque gracias por la recomendación.

Besos y feliz salida y entrada de año